Saturday, August 26, 2006

 

Blog de Papel

Friday, January 21, 2005


Hace un rato estaba chateando con una amiga que conocí a los 16 años, cuando fui en un programa de intercambio a Estados Unidos. Ella es de una provincia del otro lado de los Andes y no conoce Chile. Nos mantuvimos en contacto por varios años a través de cartas, si, cartas, de esas que se escribían con lápiz de pasta en hojas de papel, se metían dobladitas en un sobre al que se le pegaba una estampilla con la cara de algún prócer y se llevaba a un buzón para que en una semana más o menos llegara al país del lado. Eran cartas semanales, muy informativas, en que se vaciaban los sentimientos y opiniones de un adolescente que a primera vista era prácticamente perfecto, pero que como ya sabemos tenía algunos problemillas guardados por ahí. Fue una válvula de escape que tuve durante mis años universitarios, algo así como un blog remoto. Igual me explayaba ampliamente sobre lo que me pasaba, y además sobre todo lo que pasaba a mi alrededor, que en esa época era increíblemente complejo. Hoy son acontecimientos históricos, en esa época eran el drama de la vida diaria. Seguimos en contacto hasta que ella se casó, por ahí tuvo su primer hijo, y para entonces ya las cartas se habían ido distanciando más y más. Un día se acabaron, por ahí poco antes de cumplir 10 años desde que nos habíamos conocido.

Pasaron años y años, como 15 años si no me falla el cálculo, y anduve por Buenos Aires por trabajo. Antes de ir investigué si esta mujer todavía existía y gracias a mi afición detectivesca llegué a averiguar su teléfono. Llamé y oh!, sorpresa, hasta le reconocí la voz. Ya en Buenos Aires nos juntamos a tomar desayuno a media mañana en algún hotel muy elegante en que me estaba quedando. Ella se había venido en bus desde su ciudad provinciana, solo para vernos. Ella estaba mas flaca, bueno, todas las argentinas están ahora más flacas que la primera vez que fui hace muchos años. Como que es la moda, lo que la sociedad les impone. Y yo estaba, según ella, mas gordo. Auch… , dolió. Yo que me sentía en el tope de mi estado físico, entrenado, bien cuidado. Pero supongo que si a cualquiera de 41 años lo comparan con el que era el día antes de cumplir 17 años, vez anterior que nos habiamos visto, bueno, el comentario "estas mas gordito" es esperable, a menos que haya sido un adolescente obeso. Y no, era un adolescente fibroso, bien musculoso y anguloso. Hay fotos que lo demuestran, para los incrédulos.
En fin, no es ese el punto y me estaba yendo por las ramas. La mayor sorpresa es que mi amiga llegó a Buenos Aires con una caja de cartas escritas por mí en los años 70 y 80, no estaban todas pero si muchas de ellas. Me las dejó y me pidió que no las perdiera porque tenían una tremenda historia escrita en ellas. Era de verdad como un blog pre-internético, por gracia de esta mujer que guardaba cartas. Y resulta que yo tenía todavía en alguna parte guardadas muchas de las cartas de ella. Mejor todavía, estaba como para hacer una bitácora y publicarla, con las impresiones de dos jóvenes que vivieron su adolescencia y juventud mientras a su alrededor ocurrían golpes militares, dictaduras, atentados, montoneros, guerras sucias, desapariciones, Perón, Pinochet, Isabelita y todo lo demás… Un registro valioso de emociones y opiniones sin filtro, realmente era un tesoro.
Lamento confesar que ese tesoro se perdió. No se donde carajo fue a parar, ni en cual de los cambios de casa se esfumó. So much for paper Blogs, se esfuman igual que si estuvieran en un disco duro accidentado. Y no, no había respaldo, excepto mi frágil e imaginativa memoria, que rellena las partes borradas con cosas mas entretenidas que las originales. Maldito sea mi desorden.

Y a propósito de desorden, tengo un update para los que han leido mis posts anteriores: me llegó un mail muy britanico diciendo “We are pleased to inform you that we may have found the lost property you enquired about… etc., etc.”. Awesome Brits!, ¡que grandes son! Encontraron mi cámara, la que se me quedó abandonada en un taxi en Paddington Station en diciembre. De alguna manera nos vamos a reencontrar. Prometo fotos de Londres cuando llegue, si es que no me las borraron.


¶ 1:45 AM

 

Where did you go, Mr. Sullivan?

Tuesday, January 18, 2005


Enero parece que va a ser un mes prolífico para mi blog.Estoy de nuevo en una de estas oficinas virtuales que aparecen en los cafés del barrio El Golf de Santiago, donde uno se instala con el lap-top y por arte de magia aparecen unas cuantas redes de wi-fi para conectarse a internet. La verdad es que con eso uno puede hacer bastante trabajo que a veces en la oficina no podría. O escribir en el blog. Y si algo es demasiado importante me llamarán al celular.Firmé unas autorizaciones notariales para que mis hijos puedan viajar a dar una media vuelta al mundo con mi mujer en febrero. Podría pensarse que lo que quiero es quedarme viudo de verano, pero no, igual me tengo que ir a Miami casi todo ese tiempo. Creo que preferiría estar sólo en Santiago durante el verano, que es una de las cosas que más disfruto. Calor seco, poca gente, la piscina llena de agua, el jardín de mi casa con esa sensación de abejas zumbando y de rayos de sol intensos que hacen vibrar las tejas y las terraza. El prado verde fuerte que sobrevive por milagro al sol quemante. Pero el calor dura un rato, y en las tardes refresca, las noches son primaverales, y no hace falta el aire acondicionado. Se come rico, cocino yo, pastas frescas, ensaladas, carnes a la plancha. Cosas simples. Una pasada por el supermercado para aperarse de algunos merlot con la excusa de irlos probando para comparar y de aprovechar el antioxidante que contiene el tinto. Yo siempre hago lo que me dice el médico, bueno, siempre que me parezca bien.Noches frescas y tentadoras. Tentadoras de salir como tantos otros viudos de verano a explorar la noche por donde andan los solteros, los gays, los jóvenes. La gente que vive otra vida. O simplemente de salir determinado a buscar el sexo que se ofrece fácil en una cidad de cinco millones de habitantes. Es la época de conocer a otros viudos de verano que cuando subfamilias se van a la playa buscan a sus pares soñando con encontrar la pareja ideal, ese hombre casado que va a ser su amigo a la vista de todo el mundo y su amante en privado. Que va a ser guapísimo, de su mismo medio social, que comparte sus aficiones y con la misma dedicación a su familia que él. Y con quién va a tener sexo espectacular y todas las veces que quieran, y todo sin sentimientos de culpa ni rollos porque los dos van a seguir siendo excelentes padres de familia. Y cumpliendo sus deberes maritales con gusto porque ya no hay la ansiedad de no poder tener el sexo con un hombre que le hace falta. Mejor todavía si es del mismo barrio, y si no lo es, siempre se puede trasladar una de las dos familias. Serían socios de los mismos clubes, practicarían los mismos deportes, tomarían vacaciones en el mismo balneario, eso es, vacaciones para las familias, porque serían viudos de verano en Santiago juntos por lo menos un mes completo cada año. El arreglo perfecto.Alguna vez lo soñé. Una vez casi se hizo realidad el sueño para el Huracán.Curioso, se llamaba Andrew Sullivan, un alcance de nombre, porque Andrew Sullivan es un activista gay católico y conservador que vive en Washington, DC. Que escribió Virtually Normal, entre otros libros, y que ha sido uno de los grandes promotores del matrimonio gay. Y que es HIV positivo, a pesar de haber sido de los promotores del safe-sex desde los 90, reconociendo pública e hidalgamente que en un momento de pasión cualquiera puede caer.Pero no, no era ese Andrew, era uno menos conocido, un banquero joven nacido en Boston que trabajaba en las oficinas de Connecticut de un banco neoyorquino. En la ciudad de Stamford, a 60 km. de la gran manzana, no muy lejos de donde vivía el Huracán hace una década. Internet fue el medio para que Andrew y el Huracán se conocieran. Una cita en el lobby del Marriott de esa ciudad, junto al bar. El Huracán llegó tarde, como suele suceder, parece ser que quiere negar su sangre británica. Y Andrew estaba ahí, con su perfecta pinta de all-american boy. Un poco más alto que el Huracán, de pelo extrañamente negro para su piel blanquísima, y unos ojos azules de perro asustado. Unas pocas pecas, muy pocas, unos anteojos de mucho estilo, si lo preppy se puede llamar estilo. Una barba five o’clock shadow a pesar de ser mediodía, sobre una mandíbula cuadrada que lo hacía verse como el poster-boy de lo masculino. Una camisa a cuadros como de leñador, que realzaba sus hombros anchos, y que alcanzaba a insinuar unos pectorales potentes. Una sonrisa de esas que hacen temblar las rodillas hasta de un Huracán.Costó que se reconociera con el Huracán. Los dos pensaron que el otro era demasiado atractivo para ser de verdad el resultado de una cita a ciegas acordada por America Online, eran los años en que no se soñaba con “pics” y “cams” y había que confiar en la descripción que cada uno hacía de si mismo. Pasó un rato hasta que ambos descartaron la posibilidad de que el objeto de la cita fuera otra de las personas que estaba en el lobby y por fin se hablaron. Hubo una química fuerte, instantánea. Una cerveza, un Andrew exclamando lo feliz que estaba de haber encontrado al Huracán. Que le parecía un sueño. Que ambos fueran casados. Que ambos trabajaban en finanzas, que ambos tenían hijos. Atractivos, educados, deportistas en buena forma física. Andrew era un poco menor que el Huracán, unos 5 años, early thirties vs. late thirties. No importaba. Andrew era el hijo de una familia italo-irlandesa, como decía él, de una larga línea de policías alcohólicos en Beantown, the City of Boston. Pero Andrew había ido a la universidad, y pretendía romper la tradición familiar de terminar con una pensión del Departamento de Policía cuidando un hígado destrozado. Se había casado con Janet, una chica de connecticut, familia rica, Wasp. Estaba educando a sus hijos como episcopales, abandonando la tradición católica. Y su mujer estudiaba medicina una universidad ivy league, lo que hacía que Andrew tuviera que viajar una hora diaria para ir a su trabajo. Juntos habían tenido un hijito, Mike, precioso, rubio como su madre, ojos azules tristes como su padre. Hoy debe ser un adolescente increíblemente lindo. Eran la familia perfecta, la perfecta ruta a la clase media acomodada de Connecticut, lejos de las intensidad de la clase trabajadora urbana italo-irlandesa de los barrios católicos de Boston. Pero había un detallito, uno complicado, y que Andrew había manejado de alguna forma que el mismo encontraba poco digna. Andrew era gay, y lo tenía muy claro, pero no tenía intenciones de sacrificar a su familia, su hijo, que adoraba, su status ascendente en el mundo. Eran una pareja de antología, su suegro era un hombre poderoso que lo podría ayudar a llegar lejos.En Connecticut hay una autopista, la I-95, que tiene un tráfico espantoso, camiones con acoplado de esos enormes que cada tanto se accidentan y aplastan en el proceso un par de autos con pasajeros y todo. Un conducción de mucho stress. Camioneros rudos, fuertes, para manejar esos enormes vehículos, camioneros que pasan la noche muchas veces en los parqueaderos de camiones que hay cada tanto al costado de la autopista. Unos dormitorios enormes, llenos de hombres visiblemente machos. Allí llegaba Andrew a buscar lo que necesitaba, en esos días en que no trabajaba tarde en la oficina, de vuelta a su casa, una parada entre los camiones. Y después llegaba a su casa, más relajado, pero cargado de culpa. Su sueño era encontrar el perfect fuck buddy, friend, neighbor. El Huracán parecía perfecto. Sería latino pero parecía de buena familia, blanco europeo, culto, con una educación americana y en mejores Universidades que Andrew. Un trabajo en Wall Street. Andrew se imaginaba que llegarían a ser socios e instalar un Hedge Fund juntos. Que se tendrían el uno al otro por siempre.Comenzó un romance intenso. Llamadas diarias, viajes locos desde Connecticut a Manhattan para reunirse aunque fuera por media hora. Donde fuera. Hacían el amor con pasión, clientes frecuentes del motel de la salida 9 de la I-95. Descubrieron que el Huracán era mas un top y que Andrew era un bottom natural. Sexo con fuegos artificiales. Horas de conversación. Invitaciones a las familias, con el cuento de que es un amigo que conocieron en las clases de golf. El hijo mayor del Huracán admirado por Mike, el hijito de Andrew. Lo mantenía mucho mientras los adultos trataban de conectarse más allá de la conexión del Huracán y Andrew, las mujeres conversando de lo poco que tenían en común, los amigos conversando a mil y mirándose con disimulado cariño. Una locura.Un día el Huracán estaba en su oficina en Manhattan y Andrew le avisa que está libre temprano, que puede ir a la ciudad para ver al Huracán y regresar juntos a los suburbios, dejando al huracán en su casa para después seguir al este hasta la ciudad costera donde vivía con su mujer. El Huracán tenía una cena con sus compañeros de oficina en un restaurante venezolano, el Mambo Grill, y estaba comprometido a estar ahí, Por suerte era algo informal y bueno, Andrew también era del sector financiero, un tipo bastante presentable. Lo invitó a ir a la cena, cómo si fuera un amigo de muchos años que justo había llegado a verlo. No hubo problema, todos amables con el amigo del Huracán, un poco extraño que el Huracán lo llevara a una cena de oficina. Había algunas chicas del grupo que habían invitado a sus maridos. Pero nadie invitó a un amigo como hizo el Huracán. Andrew se integró al grupo como si los hubiera conocido de toda la vida, y gozó estar entre Wall Streeters como lo que el quería llegar a ser. Terminó temprano esa cena y los dos amigos se fueron a un bar en Manhattan a tomar un trago antes de partir por la carretera hacia el norte. Ya saliendo de la ciudad la tensión sexual se incrementó, y el Huracán perdió toda la compostura e irresponsablemente se lanzó sobre Andrew a darle el máximo placer que sus manos, boca y lengua podían darle mientras manejaba a 70 millas por hora por las atestadas autopistas de Westchester County. Afuera llovía, pero dentro del auto Andrew maniobró para sacarse la corbata y la camisa exponiendo ante el Huracán su torso fuerte, peludo y marcado. Sabía que eso hacía al Huracán perder la cordura y fue así que Andrew tuvo su primer orgasmo a 70 millas por hora en una carretera oscura y resbalosa. Pararon donde pudieron, en la oscuridad, a besarse y acariciarse como si su vida dependiera de ello. Terminaron abrazados en una revoltura de corbatas de seda estropeadas, camisas almidonadas hecho trapo, sudor, saliva, semen y lágrimas. Allí Andrew se sacó su medalla de bautismo y se la regaló al Huracán. Para que nunca lo olvidara.Andrew se enfermó, una fuerte gripe. El Huracán estaba preocupado porque no se le quitaba, pasaban semanas y semanas, y Andrew seguía con una tos espantosa. El sida rondaba fuerte. Con las locuras que había hecho en los parqueaderos de camiones, preocupados, decidieron que Andrew se hiciera el test de HIV. Nerviosos. Y en eso Janet descubre el recibo del examen en la billetera de Andrew. ¿Por qué se hacía ese examen? El Huracán no supo como lo hizo, pero Andrew salió con una explicación medianamente plausible. Pasó la gripe y el susto. El examen salió negativo. Siguió el romance. Andrew enamorado. El Huracán entusiasmado, encariñado, contento. Llevaban casi seis meses de exclusividad mutua, pero el Huracán seguía entrando a los chats gays cada tanto. Conversaba en ellos con Andrew, pero a veces iba mas allá. Hasta que un día contactó a alguien que le pareció interesante conocer, en Manhattan. No quedó registro de su nombre en la memoria del Huracán, de hecho ni le gustó el personaje. El encuentro se limitó a unas cervezas juntos y luego un viaje en taxi por varias cuadras en el que el desconocido se propasó, contra la voluntad del Huracán, incurriendo en lo que ahora la prensa llama“tocaciones”, una buena corrida de mano, las que terminaron en un grado menor de “indecent exposure” por parte del Huracán, casi como un misericordioso gesto con el pobre desconocido al que le había rechazado la invitación a tener sexo en su departamento. El taxista no notó lo que pasaba, o se hizo el leso. Terminó el viaje, el Huracán se bajó y partió al tren que lo llevaba de regreso a su casa.Al día siguiente el Huracán recibió una llamada de Andrew, una voz de ultratumba, dolida. Casi llorando. Andrew había entrado al chat room esa noche, y se encontró conversando con un desconocido, al que le contó acerca de su boyfriend, el Huracán, de cuanto lo amaba, de cómo era feliz con él y que haría cualquier cosa por él. Entonces el desconocido, despiadado, seguro que con un sentido de justiciero distorsionado y algo vengativo, le contó a Andrew que acababa de tener sexo en un taxi con alguien igual a su Huracán. Y le describe algunos detalles de envergadura que lo hacían ver claramente que se trataba del Huracán. Sin misericordia exageró lo que hicieron, y no le dijo que el Huracán no aceptó la invitación que le hizo a ir a su departamento. Andrew lloró. Se le vino el mundo abajo. Pero perdonó al Huracán, diciendo que le creía su versión de la historia. Sutilezas, en realidad, porque el Huracán había estado jugando con fuego.Llegó el invierno, época de esquí, aunque el esquí en el este de los Estados Unidos es una tortura de fríos con decenas de grados bajo cero, hielo en las pistas y escasa nieve, con exposición de rocas y raíces en las pistas que destruyen los esquís, las rodillas y el ánimo. Los amigos y amantes secretos decidieron invitarse a esquiar. Una salida del club de Tobi, sin las mujeres, sin niños. Los niños eran muy chicos y además Janet estaba embarazada. Andrew se encargó de preparar todo para el fin de semana de esquí y pasión que planeaban. Hizo reservas en un hotel cerca de Killington, Vermont, y arrendó equipo sólo para él, ya que el Huracán tenía su equipo propio. Se iban en auto, de madrugada, a pasar dos noches en un hotelito de Vermont. Pensaban en días de deporte, competencia, jugar juntos en la nieve, a ver si era cierto que Andrew esquiaba como decía. Cenas en restaurantes en la campiña nevada de Nueva Inglaterra, seguidas por noches de pasión en que sus cuerpos se fundirían en uno.Llegó el jueves antes del fin de semana. Estaba todo listo y el viernes muy temprano partirían. Cuando a eso de las 9 de la noche Janet llamó al Huracán para decirle que Andrew se rompió un pié con una pesa en el gimnasio y que lo había llevado a la emergencia. Que por supuesto no habría esquí ni viaje a Vermont. Lamentable. Que después hablara con Andrew.El Huracán trató de hablar con Andrew ese día y muchos días que siguieron a esa llamada. No hubo forma,Andrew no tomó ninguna llamada. Desapareció el mail de America Online. Poco tiempo después se cambió de trabajo a una institución financiera mejor y más grande. Nunca logró el Huracán hablar con él. Por un año entero.Le dolió ese golpe al Huracán, un corte violento de una amistad intensa, de una relación íntima que se le había hecho necesaria.Pasó el tiempo y durante el invierno siguiente el Huracán viajaba hacia el este casi todos los sábados para llevar a su hijo mayor a jugar al fútbol con su equipo en un estadio techado que había cerca de donde vivía Andrew. Eran mañanas frías, nevadas, en que el huracán esperaba pacientemente que jugaran los partidos de una serie que componía el campeonato. Hacía muchos meses que el Huracán se había dado por vencido y había dejado de intentar contactar a Andrew.Una de esas mañanas, en camino al estadio, decidió llamarlo a su casa desde el celular de su auto. Contestó Andrew. Un saludo titubeante. Como estás. Bien,¿ y tú?. Bien. Que gusto oirte. Lo mismo digo. ¿Sabes? Voy a estar en el estadio techado de tu ciudad, ¿lo conoces?. Creo que si. Me encantaría verte, por que no llevas a Mike para que vea jugar a mi hijo y nos vemos ahí. No se si pueda ir. Bueno, estaré allí entre las 9 y las 12, me gustaría mucho verte. Voy a ver si puedo.A las nueve y media Andrew entró al estadio y buscó al Huracán. Iba con Mike. Con la misma sonrisa que hacía temblar las rodillas del Huracán, pero triste, con una tristeza profunda.El Huracán estaba feliz de verlo de nuevo. Andrew asustado, pero feliz también. El Huracán no lograba entender lo que había pasado, pero algo intuía. Intuía que Andrew lo quería y lo seguía queriendo mucho. Pero no sabía lo que había pasado. Andrew le explicó que cuando estaban por partir a Vermont él se sentía profundamente enamorado del Huracán, y que sentía que si seguían en esa relación el iba a querer dejar su familia y vivir con el Huracán compartiéndolo todo. Esos eran sus sentimientos, la pasión que sentía, que se sentía en una locomotora desbocada que no iba a poder parar y que iba a terminar en el desastre para su familia, para él, y probablemente para el Huracán. El seguía queriendo intensamente a su familia, a su hijo, a Janet, a la hija que estaba por nacer. Y quería al Huracán de una manera animal, intensa, total, incontrolable, de una manera que le hacía perder toda racionalidad. Mientras que el amor a su familia era ordenado, armónico, sin conflictos, profundo. Le daba seguridad. Optó por la familia y cortó la comunicación con el Huracán para ordenar su mente, para recuperar su autonomía y su racionalidad. La pesa que cayó sobre su pie y lo quebró fue intencional, porque no se sentía capaz de llamar al Huracán para cancelar el viaje a esquiar. Recién a esas alturas sentía que podía enfrentar estar juntos de nuevo y por eso fue al estadio a verlo. Hablaron por horas, se dijeron todo lo que habían sentido. Contuvieron lágrimas. Se abrazaron fuerte. Se dijeron que se verían de nuevo. El Huracán pudo cerrar ese capítulo. Y pensar nuevamente en lo que hubiese sido.El contacto siguió, débil, ocasional y con una cierta distancia física para no meterse en problemas. Andrew seguía temeroso de acercarse mucho y que se lo llevara la locomotora nuevamente. Hasta que el Huracán le avisó a Andrew que se iba a Chile, a vivir, para siempre. Que ya no se verían más. Lo invitó a un paseo en yate por el Long Island Sound, en el yate de un amigo que organizó ese crucero al anochecer como despedida para el Huracán, con sus mejores amigos gay de Connecticut. Andrew apareció, vino a cenar con ellos, y después se perdió con el Huracán, bajo cubierta, en el único camarote del bote. Desde entonces no se han visto más, aunque el Huracán jura que un día lo vio en un restaurante de comida rápida en una de esas paradas de la carretera en Massachussets. Paso junto a él, lo miró con sus inconfundibles ojos de perro triste, y siguió hacia el fondo del restaurante con su hijo Mike a su lado. El Huracán se fijó en donde se había sentado y apuró el sándwich para ir a buscarlo. Pero cuando llegó Andrew había desaparecido. El Huracán piensa a veces que Andrew hubiese sido un hermoso policía de Boston, y que organizando la liga gay de la policía hubiera sido más feliz que tratando de llegar a Wall Street. Y se hubiese visto muy bien de uniforme azul con un Huracán soplándole la nuca. ¶ 10:02 PM

 

Macho, casado, deportista y buena facha busca...

Monday, January 17, 2005


A pesar de tener una autoestima notablemente alta, a veces tengo bajones que me hacen pensar que valgo poco. Por suerte no me dura mucho, pero jode.Es complicada mi vida dicen algunos de los que han leído mi blog y ven en él retratada la vida de un hombre gay que se casó, tuvo una familia más o menos al mismo tiempo que fue descubriendo que le gustaban los hombres de una forma intensa, y que eso era parte de su ser más íntimo. Y que por eso mismo se quedó atrapado en un limbo entre la vida de un padre de familia y la de un hombre gay. Un hombre poco aficionado a las mentiras grandes, aunque bueno para las mentiras chicas. Queda claro en el relato de este blog que la mujer mas importante de mi vida sabe quién y como soy, y sorprendentemente lo acepta y lo sobrelleva alegremente, no sin haber pasado por largos períodos dolorosos, y por supuestos habiendo pasado por la ilusión de poder cambiarme. Períodos dolorosos porque me ha visto pasar por tiempos de una irritabilidad enorme, que tenía que ver con la sensación de animal enjaulado por las obligaciones familiares, y que intuyendo que era eso me soltaba las amarras para que bajara la presión. O porque me vio enamorarme de un hombre y sabía que no podía entrar en una batalla en un terreno que no conocía, con un rival que tenía armas que ella nunca tendría. Periodos en que pensó que alejándome de todo lo que fuera gay, dejando de lado las tentaciones, centrándome en el cariño que me daba, en la familia, iba a lograr zafarme de este mundo extraño. Años dudando que de verdad fuera gay, y pensando que me interesaban otras mujeres. Hasta llegar al final a la tranquilidad que le da el convencimiento de que la persona que soy es una sola y no se le puede extirpar una parte de su ser, porque terminaría siendo otro, frustrado, amargo e irritable. A reconocer que soy un buen padre y he sido un buen compañero. Un gran amigo, y alguna vez un buen amante.Hace muchos años que probé, sin éxito, ir por el camino de dejar caer la vida que llevaba y virarme, optar por una separación amistosa, iniciar una nueva vida como hombre solo, gay, urbano, profesional. Y con una familia por ahí, en la memoria, a la distancia. Con cada uno de mis hijos pensando que quisieran estar conmigo, no a ratos programados por un acuerdo de separación sino que cuando me necesitan. Sin poder compartir con ellos los pequeños logros, los de cada día, sin irles enseñando a ser hombres a mis hijos y mujeres a mis hijas. Que contradicción pensarán algunos, un gay enseñándole a sus hijos a ser hombres. Un gay es un hombre, y a veces mas hombre que muchos, no es fácil enfrentar la vida siendo parte de una minoría vilipendiada, cuestionada como una aberración de la naturaleza. Sin haber pedido ser parte de esta minoría, los homosexuales, uno paga como si lo hubiera escogido en para hacer algún mal, que todavía no queda claro cual podría ser.Y la sociedad te fuerza la mano y te lleva por un camino contrario a tu naturaleza, porque para eso están diseñadas las instituciones, la educación , los ejemplos, la corriente principal, el sistema de recompensas. Para proteger el matrimonio y la familia tradicional con el argumento de que esa es la única forma natural de que la especie se siga perpetuando, porque otras formas de familia son peligrosas, no porque no estén fundadas en el amor, sino que porque no corresponden al modelo de familia patriarcal que es consistente con las estructuras de poder de nuestras sociedades. Y también proporciona un mecanismo eficiente para la crianza de las nuevas generaciones, un padre y una madre, uno provee, la otra cria. Juntos dan ejemplos de cómo esos roles se deben perpetuar en el tiempo, para que los niños quieran ser como sus padres, las niñas como sus madres. Salvo que haya alguno que sea homosexual, caso en el que se le recomienda negarlo y forzar la máquina a ser heterosexual, lo que es muy factible por un tiempo, especialmente si se llega virgen bastante mas allá de la adolescencia. Como yo. Si no has tenido sexo con ninguna persona, se te presume heterosexual y además muy disciplinado, te has guardado para el matrimonio, como la sociedad tradicional te lo recomienda, para que no haya huachos por ahí. Y llegas al matrimonio con ilusiones de ser heterosexual. Y una mujer joven de la que estás enamorado y que además es evidente que te desea, te confirma el ser heterosexual. Hasta que pasa el tiempo y hay algo que no anda bien. Y no es solo el sexo, hay algo muy de fondo que te dice que tu estás en una micro que no es la tuya. Y poco a poco comienza a emerger una realidad dura. Que la admiración por el muchacho mayor ese que jugaba basketball un curso más arriba que tú en el colegio no era admiración de sus capacidades deportivas, era la admiración de unos pectorales marcados y unos brazos largos y musculosos. Y que las fantasias de salir de carrete con el mejor amigo del colegio y terminar teniendo sexo con sendas mujeres en la misma habitación no eran porque no alcanzara para dos habitaciones. Era la esperanza de verlo desnudo y que pasara algo más. Y como eso miles de detalles que te dicen en la cara que en realidad te atraen sexualmente los hombres. Curioso, porque ni te imaginas que harías con un hombre en la cama. Lo que después descubres que es el sexo habitual entre hombres no es la cosa etérea y de dios olímpico que te imaginaste. Pero aparece esa necesidad imperiosa de estar con un hombre, con su cuerpo, de alguna manera tocarlo, desearse mutuamente, unirse en algo que se anuncia de una intensidad que no has sentido antes.Para entonces ya eres padre, tienes una familia perfecta. Tienes una mujer linda, buena madre, que se sacrifica y posterga su persona en todo lo que sea necesario para un proyecto de vida común con el centro en los hijos. Hijos sanos, buenos, que reflejan un ambiente familiar armónico, que están creciendo bien estimulados a alcanzar grandes metas y además con todas las oportunidades que una buena situación económica les puede comprar. Y en eso tú, el pilar en el que se apoya todo esto, apareces con la necesidad imperiosa de salir y buscar sexo con otro hombre, y sientes que no poder hacerlo te está carcomiendo por dentro, que te está haciendo ser infeliz, a pesar de toda la felicidad que te rodea. Asi que vas a salir a buscar por lo que te han dicho que son los márgenes de la sociedad, donde están los parias, y tratar de aparearte con uno de ellos. Siente que lo haces porque si, porque tiene que ser, ¿o porque eres débil y te dejas llevar por tentaciones aberrantes que se te ponen por delante?. Que mal te sientes, poniendo en riesgo la felicidad de muchos por ponerte al servicio de tus instintos más animales. Porque tu felicidad no es lo que estás buscando, ya te das cuenta que con el bagaje que has acumulado, felicidad es una palabra que se te ha vuelto elusiva. Ni quieres ni puedes borrar de un plumazo lo que has hecho con tu vida, y es bien probable que si lo abandonas te vas a sentir muy mal. Y seguir adelante parece un calvario a veces, tienes 30 años y piensas que ya te estás poniendo viejo, que es ahora o nunca, pero estás encerrado y no puedes salir sin causar dolor a los que más quieres. Y te quedas. Y a los 35 piensas lo mismo, que ya te queda poco… a los cuarenta como que te resignas que ya no fue. Y sigues buscando la felicidad en lo que tienes. Que es mucho. Pasan los años y te das cuenta que ser gay no es sólo cosa de jóvenes, aunque la cultura gay contemporánea trate de implicar esa estupidez. ¡Si eres gay para toda la vida! Ni te da, como si fuera una peste, ni se te quita, simplemente eres. Y viejo y todo te atraen los hombres igual, y, ¡oh sorpresa!, atraes igual.No, no se te ha ido el tren, no era ahora o nunca. No era tal la dicotomía tampoco entre "vivir como gay" o "negarte". Lo que pasa es que eres gay ahora y siempre, y solo tenías que optar por como vivir tu vida, no entre vivir una vida gay o una vida no-gay. No había que seguir el estereotipo de un estilo de vida particular. Y eso no te cambia lo que eres. ¿Puedes sacrificar algunas cosas por la felicidad de otros? Creo que si, que debes, pero claro, después te preguntas ¿Qué hubiera pasado si …? Pero todo en la vida es así, cada decisión que tomamos.Hay quién me dice que soy un trasgresor. No me molesta, pero no estoy seguro de serlo. Creo que por el contrario, he evitado transgredir cuando el resultado es causar la miseria ajena, infelicidad de otros. Pero he tratado de ser lo más honesto conmigo mismo y con otros sin tener que dejar de lado el desarrollo de los demás aspectos de mi vida.Pero todo esto ha tenido un costo enorme para mí, y a veces me pesa, y me baja la mala onda. A veces me siento solo, muy solo. Tengo pocos amigos, y hoy todos lejanos, a miles de kilómetros. Conozco muchísima gente. Pero ¿amigos?. Si no fuera por mi mujer y la perra que tenemos, realmente estaría muy solo. Hace muchísimo que nadie me llama para hacer algo conmigo un día libre, será porque me he hecho de amigos gay que no quieren ni pueden tener nada que ver con mi vida familiar, o que se me hace muy difícil y poco atractivo ser amigo de otros padres de familia como yo. Pero el resultado neto es soledad.Como dije alguna vez, hay que jugar la mano de cartas que te tocó. Creo que todavía queda juego. Vamos a ver que trae el futuro, hay cambios a la vista. ¶ 2:37 AM

 

Sangre, sudor y lágrimas...

Friday, January 14, 2005


Hijole! El año comenzó con un viaje a México. ¡Eso no es México! me dijo un amigo mexicano una vez, es Cancún. ¿No es México? Pues, nooo…, eso es una ciudad para los pinches gringos y podría estar en cualquier parte, me decía este mexicano bien en serio. Mexicano, si, de esos blanquitos que tienen antepasados españoles y haciendas pero que también fueron parte del establishment que profitó de los gobiernos del PRI. Tenía razón mi amigo, pensé cuando llegué a ese Cancún moderno que más se parecía a Las Vegas que a lugares como Guadalajara, el D.F. o Monterrey. Lindas playas, aguas turquesas, buceo con instructores alemanes, comida internacional. ¿Mexicanos? Por supuesto, los empleados de los hoteles, la mano de obra, muy amables, serviciales, encantadores, entrenados para decir las boludeces que los gringos quieren oir… ¿de dónde nos visita? Hola, ¿Cómo está hoy?, en varios idiomas con sonrisas que parecían de verdad… les contestaba de Chile, ¿de donde es usted? Ahí les cambiaba la cara, parece que no se suponía que yo preguntara… Hijole, ¿de donde salió este preguntando esas cosas?... Ah, de Veracruz es usted… ¡linda ciudad, el casco antiguo por ahí alrededor del puerto me encanta! Se le iluminó la cara a la mujer y en mi plato cayó doble ración de omelette a pesar de que no la quería.Poco latinoamericano, mucho canadiense y gringo…, también ingleses, obvio, se están congelando en sus países, como no darse un paseito por el trópico. Ni tan white trash como pensé, me habían hecho un paralelo con Fort Lauderdale, lo que me tenía un poco asustado. Parece que la frontera es un buen filtro, deja el white trash dentro de Estados Unidos, aunque por aquí había de todo el zoológico humano de esos países del norte.La playa, toda una experiencia erótica, ningún musculoso esteroidico a la Miami, pero cientos de cuerpos nórdicos y latinos tostados, atléticos… young daddies, honeymooners, or just guys.Toda una industria la que han armado los mexicanos para atender turistas, supongo que viene con el territorio, tienen el clima tienen las playas y tienen al lado la población gringa con una clima de mierda en esta época. Pero igual era México, me acordé de eso cuando me despertaron a las tres de la mañana para que fuera a recibir a mi hijo en la recepción del hotel… Last time I checked he was an adult… Why the hell… ? Venía sangrando, la ropa salpicada de sangre, mala cara, golpeado, borracho. Me imaginé que se habría peleado con alguien, pero no, se equivocó de hotel, borracho como estaba, discutió, llamaron a la policía, lo metieron en cana y uno de los policías lo uso de punching bag. ¿Habrá en México algún día un libro de la tortura como en Chile?, espero que si, en una de estas le consigo a mi hijo una pensión vitalicia, como reparación por el maltrato. Pensión que sería confiscada por mí, que fui el verdadero torturado, al despertarme a las tres de la mañana en mis vacaciones.¡Que caradura el policía! Llegó a decirnos que un canadiense que también estaba preso por borracho le había pegado a mi hijo, y que nos daban su nombre para que en la mañana pasáramos a la estación de policía a poner una demanda contra él, ya que de otra manera lo tendrían que dejar libre. Apenas se fueron los mentirosos uniformados, indignado mi hijo nos dijo que le había pegado el policía mas bajo de los dos, mientras estaba detenido. Después lo hicieron dar una declaración grabada en video que decía que no sabía quínele había pegado, y que podría ser el canadiense que estaba en la celda. Justicia a la mexicana, para turistas. Educación para mi hijo que su vida adulta la ha pasado en el Chile de Lagos, dónde la policía está tan preocupada de los derechos de los delincuentes que a veces los derechos de las víctimas no se toman muy en cuenta… Al menos mi hijo no tocó el alcohol en el resto de su estadía en Cancún.Y cuando un policía de tránsito me paró, con toda razón, para multarme por manejar a exceso de velocidad, le arranqué la licencia de las manos cuando dijo que tenía que retenerla como garantía de que pagara la multa. Y lo mandé a buena parte, que no me daba confianza su sistema de justicia, que era corrupto, que le pegaban a jóvenes indefensos en las estaciones de policía, tal como habían hecho con mi hijo. Que si quería me pasara la multa y se la mandaba a pagar como correspondía, pero que ni en broma le dejaba mi licencia. Amenazó con llevarse una placa del auto o con requisar el auto… le dije, aquí lo tiene, yo llamo a la agencia que me lo arrendó y me tomo un taxi con mi familia de vuelta al hotel. Ya bájense, les dije a todos. El click de todos soltando los cinturones de seguridad con cara de culo puso al policía a la defensiva y me dijo, espere un momento, no se ponga así, usted tiene que entender… etc. Y bueno, entiendo, me está jodiendo las vacaciones, pero no se preocupe, me va a quedar un lindo recuerdo de México, un hijo agredido por la policía y ahora esto, ya llévese el auto, que menos mal sólo nos queda un día mas en México… Que los que le pegaron a su hijo son otros policías, los de la ciudad, nosotros somos de tránsito, distinto uniforme, que nosotros solo queremos que no le pase nada a usted. Ah bueno, eso ya lo entendí, con que me lo diga basta, pero ahora está tratando de joderme las vacaciones, y lo está logrando, igual después de su advertencia hubiera seguido más lento. En fin, un mal día. No quería pagar una coima, tampoco quería perder mi licencia, y en lo posible no quería tener que pagar una multa. Que tal sería mi pesadez que finalmente me dejó ir sin multarme ni retener nada. ¡Viva México!Porque la península de Yucatán es increíblemente linda, playas de arenas finas y blancas, mar azul turquesa, resorts de todo tipo, gente amable y muy orientada al servicio, buena inraestructura. Y las ruinas mayas por todos lados, Tulum… uff, ya hubiese querido ser capitán de puerto en ese puerto maya… ¶ 2:01 AM

 

Navidad

Saturday, December 25, 2004


Antes de ayer estaba al teléfono con un colega neoyorquino que me tuvo que cortar porque ya se iba temprano y era de los últimos que quedaba en la oficina. Irónicamente le dije que se tomaban bastante en serio esto de la navidad, y que me impresionaba que una fiesta religiosa tuviera tanto impacto. Ahí se rió, y me dijo con la misma ironía, que sí, que era especialmente el aspecto religioso lo que lo tenía motivado y que salía corriendo a la iglesia. Seguro se iba a tomar el tren para ir a los suburbios a hacer las últimas compras, tal como en Chile estábamos en lo mismo. Estos son los mismos liberales que se escandalizan cada vez que Bush menciona a Dios en algún discurso, pero que a la hora de paralizar el país por una fiesta religiosa cristiana, no se extrañan y les parece absolutamente lógico.Porque vale la pena acordarse que la navidad es una fiesta religiosa occidental, no es una fiesta que importe mucho en China o Japón, y para que decir en la India. Con eso ya dejamos mas de la mitad de la humanidad fuera. Pero, en estos tiempos en que la religiosidad se ha ido diluyendo en Europa y en ciertas áreas de Estados Unidos, ¿en que se ha convertido esta fiesta? ¿En el festival de invierno? ¿O debemos aceptar que esto es una fiesta cultural, una tradición?. Una tradición que dejó atrás las connotaciones religiosas para mucha gente. Sea lo que sea, los neoyorquinos la celebran en grande, se h a convertido para esa ciudad en una gran fiesta, que empieza a prepararse el día después de Thanksgiving, alcanza su máxima intensidad en nochebuena y termina el 1º de enero con los cuerpos cortados por la farra de año nuevo. El gran festival de invierno, con su escenografía de nieve, aunque hubo poca este diciembre, arbolitos sin hojas y con las ramas delineadas por luces blancas, guirnaldas por doquier decoradas con elegancia, multitudes en las calles, abrigadas, caminando alegres, dejando una estela de vapor con sus respiraciones agitadas.¿Qué pensará el resto del mundo de esta locura de consumo de diciembre? ¿Será que la ven como una fiesta religiosa o una simple fiesta occidental que se confunde con el año nuevo? La verdad poco me importa.La religión también es un conjunto de tradiciones, entre otras cosas, ya que la mayor parte de los ritos, reglas y costumbres de las religiones tienen su origen en costumbres de alguna época que se asumieron en los ritos y quedaron como tradiciones, que con el tiempo se arraigaron y se asimilaron en la mente de muchos a los dogmas de la religión. Si a la religión católica se le arrancara todo lo superfluo, los ropajes, las tradiciones adoptadas en el tiempo, y se deja sólo lo fundamental, me da la impresión de que lo que queda es algo simple, no fácil de entender, pero simple. El cristianismo fundamental. Algo como lo que quisieron hacer los protestantes europeos, dejando de lado los aspectos teológicos, en la época de la reforma. Pero que con el tiempo se fueron por el mismo camino, asumiendo tradiciones nuevas o volviéndose fundamentalistas literales. Como que las organizaciones religiosas no pudieran concentrarse en la inquietud acerca de la trascendencia del ser humano, y sienten la necesidad de construir una escenografía e incorporar parafernalia que atraiga a las masas. Y después las aleja, porque lo que fue marketing para la generación anterior se vuelve dogma para la siguiente, y eventualmente algunas generaciones más tarde se rechaza por inapropiado. Un ciclo extraño.Mi familia también ha ido construyendo sus tradiciones, algunas que sorprenderán a los bloggeros que han leído algunas de las historias del huracán. La misa de nochebuena, que se ha ido convirtiendo en la misa de la tarde del 24 de diciembre. En una linda parroquia en Lo Barnechea, que saca la misa a la calle, cortan el tráfico de un par de calles y lo llenan con sillas alrededor de un estrado donde se sitúa el altar. Todo esto entre casas enormes, de esas de La Dehesa de antes, con jardines exuberantes, preciosos techos de teja chilenas con textura anaranjada entre los árboles frondosos. A las 8 de la noche en la calle en verano, cuando la temperatura está ideal, y los colores “atardecer en La Dehesa” alcanzan su perfecta expresión. El verde de los árboles exóticos mezclado con el terracota y blanco de las casas, y el cielo celeste intenso del atardecer. De fondo las montañas de los Andes.La calle se fue llenando de familias de ese barrio, ricos, como diría la Juana, que trabaja en mi casa. Gente linda, dirían otros, la burguesía, la clase alta, los A del ABC1. Los que viven en un mundo diferente, y que no se dan cuenta de cuán diferente es su mundo del mundo del común de la gente. Los exitosos de la economía de mercado, que llenan las calles del sector al estacionar sus enormes jeeps o SUVs, autos europeos, minivans de familias católicas con siete o nueve hijos.Miraba a mi alrededor y aparecían caras conocidas, ex-compañeros de universidad, gente que conocí cuando eran pobretones, como lo era yo en esa época. Muchos fuimos a parar por acá, a vivir en los mejores barrios de Santiago, a tener preciosos autos, lindas casas. Pero no nos vemos mas que de vez en cuando en la calle, con saludos apurados. No hay sentido de barrio en estas partes de Santiago, en que todos llegaron de alguna parte. Porque su éxito económico se lo permitió. Pero no hay comunidad, fuera de la que anuncia el cura por su equipo amplificador, que es la comunidad de la parroquia, reservada para los católicos dedicados. Los demás no se conocen, no interactúan, viven encerrados en sus casas con hermosas rejas altas y sistemas de seguridad, protegidos por guardias privados. No conversan con sus vecinos a menos que estén obligados. Sus hijos no juegan en la calle, reciben invitados o son invitados a otras casas, generalmente lejos. No hay parques ni plazas que inviten a reunirse. Es un hermoso desierto verde y terracota, con algunos toques de ocre. Con oasis privados metidos detrás de las rejas de las casas.Gente linda, algunos extraordinariamente lindos, “guachones” como se dice ahora. Jóvenes, viejos… buena genética. Un “melting pot” muy selectivo, básicamente europeo, con toques nórdicos, casi nula componente mapuche, obviamente poco judío en una ceremonia católica, y con esa pizca de árabe palestino que se ha ido mezclando en nuestra nacionalidad para darnos esos ejemplares de osezno que frecuentan los gimnasios más exclusivos. Lindo pueblo, aunque no tiene mucho que ver con la masa que circula por los malls, el metro y los paseos peatonales del centro de esta ciudad.Mientras se congregaba la gente alrededor del altar, pensaba cuantos gays habría allí. Cuantos hombres casados en el closet, muchachos torturados por su sexualidad, jóvenes en el closet, alguno fuera del closet con su pareja. Reconocí a algunos. Pensé en la triste vida de un cura pedófilo, no la del que han pillado y está en la cárcel, sino que el que está allí y todos los días vive la inconsecuencia máxima, bendiciendo a sus semejantes y violando a sus hijos. Pensé que toda esta gente que se ve tan pura y linda congregada alrededor del altar también piensa en sexo innumerables veces al día y que lo practica dentro y fuera del matrimonio, con y sin anticonceptivos. Que usan condones, que lo hacen por placer pero que tienen que mantenerlo en la esfera de lo santo frente a sus pares. Que el cura tiene que condenar a los gays practicantes, y por supuesto abominar del matrimonio gay. A pesar que conoce a otros curas gays, algunos con parejas. Oigo hablar de amor, y tantas otras cosas lindas. Una prédica de obispo, con alguna profundidad, cosas esenciales. Y pienso que de todo lo que dijo, no veo ninguna razón para que mi amigo Andy, el que se casó en Canadá con su querido amigo Jonathan, no estuviera aquí sentado con nosotros celebrando, abrazando al hombre de su vida como muchos otros abrazan a sus mujeres mientras celebran la llegada de Cristo a la tierra. Mis amigos del Opus Dei me dirían que tengo una enorme confusión, que no entiendo nada. Que la ley natural, que la santidad del matrimonio. Que se yo, no entiendo nada.Pero sigo teniéndole un respeto enorme a ese señor cuyo cumpleaños celebramos hoy, porque de lo que dicen que dijo, hay cosas que no me gustan porque me cuestan, pero ¿que esté en desacuerdo? No, eso no.Termina la misa, la celebración de navidad ahora es con mi familia. Cantamos al terminar Noche de Paz. No importa cuanta racionalidad haya en mi mente, oigo dos estrofas de esa canción y me cuesta retener las lágrimas. Tradición. Lo simple, una madre y su hijo recién nacido. Que fuerte!Fluyen los recuerdos de mi padre, por allá atrás, hace miles de años, antes que mi familia se destrozara. Que tenía una vieja armónica, muy fina, guardada en una caja de cuero. La sacaba todas las navidades y tocaba Noche de Paz con sentimiento. Un hombre que no sabía expresar su cariño mas que con una palmadita en el hombro, cuando sacaba esa harmónica nos daba una sobredosis de cariño y emoción en esos tonos quebrados de la harmónica. ¶ 1:14 PM

 

Brits

Sunday, December 19, 2004

Nueva York otra vez. Mi ciudad. Estos días está de vuelta en sus mejores tiempos, época de navidad, con su ambiente tan… neoyorquino, copiada pero jamás igualada. Navidad en Nueva York, con menos miedos ya que desde que Bush ganó las elecciones no ha habido más alertas terroríficas. Y el señor don Euro, a 1,32 dólares, convierte a Nueva York en el Buenos Aires de los europeos, esa ciudad entretenida en un país con mal gobierno, pero que está TAN barata… Manhattan está lleno de europeos que andan de compras, en los teatros, turistas por primera vez, you name it! Los hoteles con sus precios altos, cuesta encontrar uno de buena categoría por menos de 300 dólares, con tarifas de empresa y rebajas. Lo mismo que está empezando a pasar en Buenos Aires, guardando las proporciones.El martes me quedé solo, fracasó el plan de ver a Paul, y cuando era casi medianoche partí al Sir Harry’s, bar del Waldorf que está abierto hasta las 2:30 AM. Hacía un frío para matar yeguas en la calle, por lo que no quería aventurarme a los lugares más entretenidos de la ciudad y opté por este bar para tomar una copa de vino antes de acostarme.El Waldorf Astoria es uno de esos Grand Old Hotels, clásico, aunque está algo venido a menos en relación a los hoteles más nuevos o más lujosos pero más chicos de Nueva York. Sigue siendo un clásico, elegante de otra época, pero a la vez Manhattan ciento por ciento. Cuando uno entra por Park Avenue las puertas son metáñicas, viejas, sin mayor prestancia, a pesar de tener una marquesina clásica, casi histórica. Todo art deco, como el Carrera. Sorprendentemente al entrar uno no se encuentra con un enorme lobby, sino que con unas escaleras que conducen hacia el primer salon, y unos pasillos de baldosa que van hacia el garage. Extraña disposición para un hotel tan grandioso. Pero uno sube esas escaleras de medio piso y se encuentra con un salón grandioso, alrededor del cual hay salones de reuniones donde no es raro que se sienten jefes de estado a tomar café con sus invitados o a vender la pomada del día a los analistas de Wall Street.Desde ese salón sale un pasillo que conduce al verdadero lobby, al que llaman Center Lobby Hall, una sala enorme, mas elegante que la primera, mas mullida, con rincones y sofas, luces indirectas, alfombras persas y mucho art deco manhattaniano. Ahí se registra la gente y han tenido el pésimo gusto de poner unas maquinas para registro automático, como las check in computarizados del aeropuerto, con el logo de Hilton. Eso debe ser porque las habitaciones no son nada especial, para nada ala altura de los salones de los pisos bajas. Y las maquinitas esas te lo recuerdan, es un hotel más para corporate America y turistas, masivo de verdad.Antes de llegar a los ascensores entre el lobby de Park Avenue y el Center Lobby, a la derecha, está el Sir Harry’s, un pequeño bar en el que vagamente recuerdo que alguna vez antes estuve, seguramente de smoking, en alguna de las vueltas tomando tragos y mirando gente después de alguna de las fiestas de “Black Tie” con las que Manhattan celebra el fin de cada año. Pero esta vez llegué sobrio y nervioso, y después del paseo de rigor hasta el fondo del bar, mirando todas las caras y el reloj, como si estuviera buscando a alguien con quién me iba a encontrar, finalmenteme me senté donde está la curva de la barra hacia el muro, en un taburete al lado de un rubio de unos treinta años, pelo cortado tipo flat top militar, pero con un arito en una oreja. Bien vestido, buen mozón. AL otro lado alguien que no me llamó la atención. Pedí una copa de vino tinto. Nervios, solo en este taburete con el rubio medio mirándome y sin tener que hacer con las manos excepto tomar… se me iba a ir muy rápido la copa de vino. Pasaron minutos incómodos, en los que pensé que mejor me la tomaba rápido y hacía una salida honrosa, como quién se vino a tomar un night cap y hasta luego. En eso aparece un personaje algo borracho, pidiendo lo imposible, algo que provocó las carcajadas de la concurrencia, y me permitió hacer un comentario en broma al tipo del lado en cuanto a que “This is a crazy town, isn’t it?”. Me contestó algo en un inglés imposible, cerrado, casi escocés. Uff, la siguiente pregunta obvia, “Where are you from?”, “England, and you?”. Bueno, resultó ser de Newcastle, y que tiene un negocio para poner vidrios especiales y recubrimientos plásticos a los parabrisas de los autos, esos que lo hacen parecer polarizado, o algo así, porque con ese acento endemoniado y el ruido del bar, se me perdieron los detalles de la tecnología que usaba. Pero es un negocio en el que le va muy bien. Y se llama Darren…Terminé mi copa de vino y Darren me compró otra, y seguimos conversando, y conversando con otra gente en el bar Me contó que estaba con su mujer y que ella se lo había comprado todo antes de irse a dormir agotado, lo que lo había dejado libre para bajar al bar. El siguiente round fue por mi cuenta. Y seguimos conversando entre nosotros y con otra gente, acercando nuestros taburetes hasta el punto en que nuestros muslos se empezaron a rozar. Suavemente al comienzo, pero para cuadno Darren compró el siguiente round, ya se tocaban con fuerza. Y había tonos eróticos crecientes en la conversación. La puta… esto se veía interesante. Darren es un rubio muy inglés, demasiado blanco y tal vez algo blando, pero tenía algo extraordinariamente sensual. En eso apareció un hombre jóven extraordinariamente atractivo, de pelo corto rubio y facciones elegantes. Muy bien vestido, de traje oscuro y corbata, acompañado por una rubia algo mayor que él. Se veía mortificado el tipo, y algo se oía comentar por ahí que era un príncipe de Yugoslavia. Tenía el tipo. Y la mujer podría ser una baronesa europea de algún tipo. Con Darren concluímos que el príncipe estaba con cara de mortificado por la mina que tenía, que era una rubia bitchy y mandona y seguro le hacía la vida difícil. Que probablemente el príncipe lo pasaría mejor si se venia a tomar un trago con “us boys”. Poco a poco el bar se fue quedando vacío, eso que pasa en los bares hacia la madrugada cuando ya van a cerrar. Era muy tarde. Casi sólos. Le preguntamos al príncipe de dónde era, y en eso nos avisan que es el last call, Darren insiste en un último round. La cabeza me estaba empezando a dar vueltas. Y Darren me tenía loco. EL príncipe responde que es de un pueblito del interior de Pennsylvania, cerca de Philadelphia… Y en ese momento apareció el assistant barman, Keith, un negrito bajito, mal agestado, pero con cara sabérselas todas. Parecía un barman de película de los cincuenta, y masculló que la mina no era ninguna baronesa sino que una “damned thieve who’s gonna take all your money and belongings if you take her up to your room”. Bueno, se derrumbó el castillo de naipes y se vio que no había ninguna posibilidad de que el presunto príncipe fuera “one of us boys…”, aunque en mis libros quedó como príncipe. Keith empezó a agitarse, limpiando copas y guardando cosas, pero nadie nos insinuó siquiera que nos fuéramos, que el bar estaba cerrado.Al rato entró una pareja extraña, un tipo bien vestido, elegante, deportivo, muy atractivo con unos ojos azules preciosos y una cara cuadrada preciosa, acompañado de una chiquilla de veintitantos, regordeta, casi colorida, vestida mas estilo K-Mart que Waldorf. Y apenas abrió la boca el tipo, sale el acento inglés de nuevo, pero este era londinense, y hablaba algo que yo podía entender sin problemas. Jon, se llamaba, Jonathan en realidad. Me quede embobado mirándolo, y cuando pidió un trago y le dijeron que el bar estaba cerrado, hice una latinada y conseguí que Keith le sirviera un vaso de agua… ¡vodka puro! Todo lo cál fue un grave error, porque Darren se paro y se fue. Que era muy tarde y se iba. Y se fue. Lo seguí pero desapareció demasiado rápido, el ascensor debe haber estado ahí mismo y se perdió. No creo que lo vuelva a ver. AL día siguiente hacía su check out y partía a Inglaterra con su mujer, de vuelta a la venta de vidrios de autos y a sus niñitos rubios.Volví al bar y Jon me quedó mirando y me preguntó, “is he gone?” , “yeah” le dije con cara de desilusión. “that’s a pity, you seemed to like him a lot…!”, lo quedé mirando con cara de pregunta, sin decirlo, ¿tan obvio era?, y le dije, “yeah, I did!”. Y Jon se enternece y me dice, “call me next time you are in London, I think I can introduce some people you’d really like”. Uff, dije yo, que hace con esa mina que se levantó en un pub irlandés a la vuelta de la esquina, por la 3ª avenida. Me dio su teléfono, y al rato me quedó claro que nada más pasaría esa noche… Me fui a dormir. ¶ 11:03 PM

Friday, August 25, 2006

 

Juan, el Holandés

Saturday, December 11, 2004
Poco antes de que el Huracán se pusiera a jugar con chicos celtas en sanitarios subterráneos, había sucedido algo que probablemente fue el detonante de fuertes cambios en la vida de este huracán perdido. Mientras se entrenaba para su nuevo trabajo en un rincón escondido en las afueras de Nueva York, conoció a Juan, el Holandés, que dejó una huella profunda en su espíritu. Juan era un muchacho de edad cercana al Huracán, tal vez un par de años menor que él, que vivía por esos tiempos en Suiza, a pesar de ser holandés. Un holandés hermoso, nacido en Indonesia, con un alma gentil y generosa. Encerrados en un campus durante largas semanas, se forjaron algunas amistades entre los nuevos reclutas de la gran corporación que los había contratado. Juan mostró inmediatamente un enorme interés por desarrollar una amistad con el Huracán. Un Huracán de pocos amigos y al mismo tiempo deslumbrado por la belleza de Juan, que no era el típico holandés alto y rubio, sino que una versión mate, de pelo castaño oscuro y ojos color café cargado. Con una voz profunda, nórdica, sensual. Poco a poco se dieron cuenta que no pasaba un segundo libre en que no se estuvieran buscando, para conversar, comer juntos, jugar squash, salir a caminar y volver a conversar sobre la vida. Una amistad que se desarrolló en forma vertiginosa, tal vez dando que pensar al resto de los reclutas que algo más había entre el chileno y el holandés. El que nunca pensó otra cosa fue uno de los reclutas, Joao el Heredero, un muchacho portugués, que estaba siendo criado para ser el heredero de la enorme fortuna de su padre, y que se veía atormentado por estar allí, entre reclutas que serían asalariados de alguna gran corporación. Sigilosamente se fue acercando a los dos nuevos amigos, Juan y el Huracán, ya que no tenía afinidad con los demás reclutas y notó una enorme acogida por parte de Juan el Holandés. Pronto el dúo se convirtió en trío, en el cual Juan se daba el gusto de tratar cariñosamente a Joao de campesino portugués. Pero Joao tenía una resistencia sin límite a la forma cariñosa en que Juan lo embromaba. Y a pesar de los celos que generó en el Huracán, rápidamente pasó a formar un vértice de este triángulo de amistades. Pronto llegó el fin de semana y Juan quiso salir a recorrer el país que se extendía fuera del campus en que estaban prisioneros durante los días de semana. Organizaron el arriendo de un auto y el viernes apenas fueron liberados le dieron la partida a su plan de recorrer América juntos, el Huracán, el Holandés y el Heredero. Anochecía cuando lograron salir por la carretera interestatal 95 hacia el noreste bordeando la costa de Connecticut. Bajo la conducción experta del Huracán, que se especializaba en interpretar letreros camineros y manejar, pasaron a conocer Greenwich, el suburbio mas rico de Nueva York, dónde quedaron impresionados por las mansiones, y más impresionado aún el Huracán cuando el Holandés declaró: “un día voy a vivir aquí”. Ya era muy tarde cuando llegaron a un lugar escondido en la costa del Long Island Sound que se llama Old Saybrook, dónde encontraron un motel que parecía ser el único lugar que tenía un letrero de “Vacancy”. Se bajaron a preguntar y un administrador somnoliento les informó que sólo tenía una habitación con dos camas. El Huracán se estaba dando media vuelta para seguir la búsqueda cuando el Holandés en forma entusiasta dijo, “la tomamos, compartiremos una cama”. El Huracán no estaba seguro de qué estaba pasando, pero aceptó la idea. Go with the flow. Apenas entraron a la habitación, el Heredero anunció que no compartiría su cama con nadie, que no estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, a lo que el Holandés respondió, de nuevo con mucho entusiasmo, “no importa, el Huracán y yo dormiremos juntos”. El corazón del Huracán se aceleró a niveles de taquicardia nuevamente, mientras trataba de ver alguna señal de parte del Holandés acerca del propósito de tan deliberada coincidencia. Pero, no, no hubo más señales, ni siquiera cuando el Holandés se instaló en la cama casi desnudo, si no hubiera sido por unos boxer shorts que lo hacían verse precioso. El Huracán se metió a la cama compartida tan desnudo como su compañero europeo, y pronto se encontró tratando de conciliar el sueño mientras oía la respiración suave de su amigo profundamente dormido. Se imaginó abrazándolo, acariciándolo, realmente durmiendo con él, no junto a él. Le costó conciliar el sueño, algo nuevo le estaba pasando. Finalmente se durmió y al otro día despertó cuando el Holandés ya estaba en la ducha, preparandose para continuar el viaje que eventualmente los llevó a Newport en Rhode Island y a Boston, la gloriosa capital de Massachussets. El regreso fue sin pena ni gloria, y después de otra semana de entrenamiento se volvieron a ver en Manhattan, y a pesar de insinuaciones desesperadas del Huracán, lo máximo que pudo sacar del Holandés, fue una afirmación ambigua como “Well, who isn’t gay? Ante esa frustración fue que el Huracán partió en su exploración de la ciudad que lo terminó dejando encerrado en un baño con un celta piojoso y sin nombre.El Holandés siguió siendo amigo del Huracán a la distancia, mantuvieron correspondencia, y se volvieron a ver muchas veces. El Holandés aseguraba que el destino del Huracán estaba presidiendo una mesa de comedor llena de niñitos, a los que bautizó con el apellido del Huracán en diminutivo, algo que sonaba como “Los Huracanitos”. Alguna vez se volvieron a ver en un lugar que jamás se hubiera imaginado en esos tiempos, cuando Juan el Holandés ya había caído bajo el dominio total de una de sus compatriotas, una mujer autoritaria que ya había traído un Holandesito a la familia y que no sentía ningún aprecio por el Huracán. Pero el Huracán se había enamorado por primera vez de un hombre. ¶ 3:53 AM

 

P.I.

El episodio de Private Eye fue curioso. El Huracán no conocía mucho de bares y clubes gay, y todavía no se liberaba de la visión de que un boliche de estos era un lunar negro en el medio de una ciudad, algo horrible para la sociedad que estaba a punto de sufrir un allanamiento policial en que todos iban a ir presos por degenerados. Difícil decisión la de ir a este lugar, pero la imagen del personaje que lo había invitado, el atleta universitario con pinta de modelo que trabajaba de hustler para ganar unos dolaritos extra, lo estimuló a partir a la calle de downtown Manhattan donde estaba esta disco. La primera sorpresa fue descubrir que no era un boliche gay, sólo era la noche gay en una disco que por entonces estaba muy de moda en Nueva York. Compró su entrada y por fin entró.
Muy poco recorrido en esos tiempos, el Huracán se impresionó fuertemente cuando se vio metido en este enorme galpón con diferentes niveles, luces, música fuerte, alcohol y seguramente drogas. Y lo más impresionante de todo, cientos de hombres jóvenes animadamente celebrando, de fiesta, bailando entre ellos, algunos con demostraciones cariñosas abiertas ahí frente a todo el mundo. Locas, musculosos, drag queens, la fauna usual, pero por sobre todo, la mayoría eran muchachos jóvenes indistinguibles de cualquier estudiante universitario straight de cualquiera de las universidades de Nueva York. Algunos muy atractivos. Otros no tanto, como en cualquier grupo de gente normal. Al Huracán lo envolvió por primera vez en su vida una sensación increíble de ser uno entre muchos, el sentirse uno más en un mar de hombres que sentían algo parecido a lo que hasta ahora lo había atormentado. Algo de calentura creciente, acompañada por mucho menos culpa que la que lo agobiaba antes de entrar a la disco.
Se puso a buscar a su amigo el atleta en el mar humano que atiborraba la disco, pensando que en ese caos jamás lo iba a encontrar. Pero, si, por ahí estaba con un grupo de amigos, varios muy atractivos y uno que claramente se sentía dueño del atleta. Y había otro que era ancho, musculoso, peludo, con rasgos celtas, ojos azules y pelo oscuro. Claramente su cuerpo se había desarrollado con sobredosis de testosterona. Sus ojos azules brillaron al encontrarse con los del Huracán, quién ya había renunciado a cualquier posibilidad de conquistar al atleta ante un propietario tan claro. Pero la maldición irlandesa que todavía pesa sobre el Huracán le dio su primer golpe y lo mantuvo embobado mirando al muchacho musculoso vestido de jeans y chaqueta corta de mezclilla azul. Una cerveza o dos, desinhibición creciente y sin saber cómo, se encontró encerrado en un compartimiento de uno de los baños con el muchacho celta. Allí tuvo su primera experiencia de sexo casi anónimo en un sanitario público. De un erotismo avasallador, fuerte, rápido, superficial. Un climax que en su memoria dejó alguna marca pero que fue con menos culpa y más un darse cuenta que se estaba saliendo del esquema en que había estado metido hasta entonces y que eso le hacía sentir una sensación nueva, de poder. La sensación de haber roto un candado que le prohibía una parte del mundo y que ahora le permitía pasearse por este mundo prohibido con alguna soltura, especialmente en ese momento en que la conciencia se adormecía con el alcohol.
Las ladillas que el celta le dejó de regalo no fueron gratas, pero el Huracán aprendió rápidamente a lidiar con esos temas aun cuando el ruido ensordecedor que estaba empezando a producir la nueva epidemia de la que se hablaba en los medios le comenzó a preocupar. Y mucho.

¶ 3:37 AM

 

El comienzo

Thursday, December 09, 2004


Aquí está la historia de cómo fue que el Huracán se inició en el sexo de este otro lado. Diremos que esta fue la iniciación oficial, un Huracán ya mayorcito, llevaba tres años casado y además era padre de una niñita y un niñito, muy lindos. Estaba con una inquietud enorme en el alma revuelta, con la sensación de que su espíritu llevaba una mochila con una carga pesada que no se atrevía a mirar. Carga que cada día se hacía más insoportable y obligaba a ese espíritu a enfrentarla y mirarla de frente. Le gustaban los hombres, ya era claro, solo faltaba actuar sobre ello y no sabía cómo, pero era necesario. Con la idea de que todo el mundo lo estaba vigilando y le leían el pensamiento no se atrevía ni a mirar una revista en los kioskos en que apareciera un hombre atractivo en la cubierta. La solución apareció en un viaje fuera de Chile, unos días por trabajo en Caracas. Un par de días libres después de los días de trabajo. A conocer Caracas… a buscar lo que necesitaba. ¿Pero cómo? Explorar boliches gays… puede ser, pero no aparecía nada manejable. Se le ocurrió comprar el diario y buscar los avisos. Por ahí había uno de guías de turismo que tenía un lenguaje ambiguo, en inglés, dirigido a norteamericanos ofreciendo acompañar por la ciudad a turistas. Algo hizo click en la mente del Huracán y decidió llamar haciéndose pasar por gringo. Y preguntar directamente si le podían recomendar algún boliche gay. La respuesta fue una invitación a ir al departamento del guía en un edificio enorme en Parque Central. Cerquita del Hilton. Allí le podrían explicar donde ir. A estas altura el Huracán estaba lanzado en el proyecto de explorar este asunto, por lo que partió sin pensarlo mucho y al rato estaba tocando la puerta en uno de los miles de departamentos de Parque Central. Un complejo aquitectónico futurístico para los tiempos, de los hechos con la plata del petróleo de los 80. Modernísimo, con dos rascacielos centrales que pretendían ser los edificios más altos de sudamérica.Abrió la puerta un muchacho atractivo, piel tostada oscura, nariz aquilina, rasgos fuertes. En un inglés razonable le explicó al Huracán que tendrían que pasar a su dormitorio porque en la sala estaban estudiando sus compañeros de departamento. Que ahí podrían conversar tranquilos. El Huracán a estas alturas se imaginaba que podría pasar cualquier cosa, y eso mismo fue lo que pasó. Después del primer vaso de coca-cola quedó claro que no era necesario recibir ninguna explicación acerca de donde estaban los boliches gay de Caracas. Que ya había llegado nada menos que al dormitorio de un joven gay y además atractivo, moreno, peludo, fibroso…¿Para que buscar más? Según las etiquetas que aprendió el Huracán con los años, el tipo este era un total bottom, y uno bueno. Sabía lo que quería y se encontró con la sorpresa de que éste era un Huracán muy bien equipado donde interesaba. Pero el Huracán no estaba consciente de eso porque jamás se había comparado, excepto con sus hermanos que tienen la misma genética y equipamiento. Allí fue cuando oyó por primera vez comentarios halagadores acerca de su dotación. Tampoco sabía que doggy-style era solo una de muchas formas, pero resultó bien. Después de descubrir la emoción de acariciar unos pectorales duros, marcados, velludos, de tocar un cuerpo masculino que se le ofrecía entero, la acción se puso seria bajo la guía de un evidente experto. Sudor, pasión acelerada, una explosión y la pequeña muerte orgásmica. Y el mudo se cayó a pedazos alrededor del Huracán. Se acababa de convertir en maricón, estaba en compañía de un desconocido en un departamento perdido en medio de miles en una ciudad desconocida y agresiva, desnudo, a punto de ponerse a llorar. Se metió a la ducha donde se quedó un buen rato lavándose a ver si podía sacarse de encima lo que había hecho, pensando en su familia allá lejos. Salió apurado de la ducha a vestirse, y esperó que apareciera su anfitrión, quién llegó con una sonrisa de oreja a oreja a decirle que quería presentarle a sus compañeros de departamento entre los cuales había un compatriota suyo, americano. Abrió la puerta y lo condujo a la sala donde había varios jóvenes, un par bastante atractivos, incluyendo un gringuito muy lindo. Y en eso le dice al Huracán, “les conté como eras y ellos también quieren…”. El Huracán entró en total pánico en el medio de su depresión post coital y la profunda culpa católica. Corrió hacia la puerta y salió despavorido hacia los ascensores que demoraron un siglo en llegar. Nadie salió al pasillo a perseguirlo… pero tampoco se cerró la puerta del departamento. Después vinieron días de culpa, algo moderada por el recuerdo vivo de unos instantes de erotismo que le volaron los tapones a su represión. Promesas de no volver a hacerlo, ruegos para que esto desapareciera, intentos de convencerse de que no era lo que quería. Que la exploración se había hecho y no había sido exitosa. Pero la verdad si lo había sido y secretamente quería más y más y más. Ahora veía a alguien atractivo de su mismo sexo y su mente tenía la capacidad de transformar lo que antes era una atracción casi romántica en acciones definidas y concretas. El mundo se seguía derrumbando alrededor del Huracán y no pudo evitar andar con una cara larga insoportable. Pasaron muchos meses antes que volviera a enfrentar el asunto con la seriedad de reconocer que no había sido un experimento fallido sino que el mundo había cambiado para el Huracán. Eventualmente tuvo que hacer un viaje a Nueva York. Tenía un nuevo trabajo. Aprendizaje, entrenamiento. Una escapada a un bar gay que salía en una guía. El más cercano al hotel. Rounds… por ahí por la cincuenta y tantos. Entró asustado a este inimaginable antro, sintiendo que la mitad de la población de Nueva York lo observaba cuando abría la puerta de ese bar. Había pasado media docena de veces frente ala puerta sin atreverse a abrirla porque alguien lo podía ver. Antes de tocar la puerta el corazón se le aceleró al borde de la taquicardia y el color de sus mejillas pasó por varios tonos de rojo. Hasta que estaba adentro del bar. Llenísimo, y eso que era temprano. Señores muy distinguidos y muchachos hermosísimos, algunos masculinos, otros afeminados, los había de todo tipo. Compró una cerveza y empezó a caminar por el lugar, tomando una panórámica y rápidamente notó algunas actitudes extrañas. Finalmente vió a un muchacho como de su altura, de unos veintitantos, un rubio muy masculino, peludo, cuerpo bien marcado hasta donde se podía ver. Jeans, una chaqueta de cuero, blanca, clásico trofeo deportivo con letra, jock uniform, que lo identificaba como alguien que había sido deportista destacado en algún colegio. Sacando fortaleza de una creciente calentura por este espécimen, el Huracán le metió conversa a este muchachín. El rubio le contestó muy amablemente y conversaron algunos temas básicos, de donde eres y qué se yo. Pero al rato el tipo le preguntó al Huracán si había ido antes a ese bar, no, le dijo el Huracán. Y ahí vino la noticia del día… "es que este es un bar de hustlers", ¡putos, en otras palabras! Ingenuamente el Huracán le preguntó al rubio como distingue a los que son hustlers de los que no lo son, y recibió como respuesta lo obvio, “Si es atractivo y joven, es hustler, los demás, son potenciales clientes…” Ahí le cayó la teja al Huracán que su nuevo amigo y potencial presa estaba trabajando ese bar. Con esa ropa y pinta era la fantasía erótica de cualquiera…Cuál sería la cara de impresión y espanto del Huracán que el joven hustler le pasó una tarjeta con su nombre y lo invitó a encontrarse con él y con unos amigos en la disco Private Eye al día siguiente, y le dijo que a las discos él iba por diversión y no a trabajar… (continuará) ¶ 6:26 AM

 

Glamour...

Wednesday, December 08, 2004

Aquí estoy de nuevo volando. Me siento raro, volando a medio día, con vista a la pampa argentina (¿hay alguna otra que no sea argentina me pregunto yo?), un par de horas y estaré de vuelta en Santiago. Buenos Aires vibra con el peso devaluado, turistas a mil , el rey de Marruecos paseando por sus calles con enormes comitivas, las chicas de la noche haciéndose el año con el entourage de su majestad. Grandiosas recepciones de túnicas blancas y gorritos rojos ¿Cómo se llaman esos gorritos marroquíes que parecen un balde de playa invertido? Salí a comer con un ex-marine, latino buen mozón y totally straight, aclaro, por motivos estrictamente de trabajo. Simpático, ingenuo, correcto, buena persona, con mujer gringa que se ríe de las mujeres objeto de los programas latinos de televisión de sábado en la tarde. Políticamente correcto, pero seguro que votó por Bush. Siempre es un placer ir a Buenos Aires por su gente, linda, amable, con estilo. Raro país este vecino que tenemos. Gente maravillosa, linda ciudad, pero algo no funciona que hace que sus instituciones sean un desastre. Hay un elemento de irracionalidad que se cuela en las discusiones, en el proceso político. Que lindo va a ser cuando Argentina vuelva a encontrar su camino. Por ahora no, la gente va para un lado, al gobierno va para otro. Por ahí uno oye comentarios acerca de las locuras que se ven en la Patagonia, gringos millonarios comprando estancias para tener “Un refugio en la Patagonia Argentina”, (Patagonia si hay que especificar que es la argentina, porque está la chilena también). Suena glamoroso. Y parece que la máquina para vender ese sueño está bien montada, alrededor de dos marcas legendarias, Patagonia, y Argentina. Digo que son marca y fuerte. Chile todavía no. Y la marca de Argentina ha sufrido embates de años de gobiernos malos que no cumplen compromisos. Pero para el norteamericano medio y medio para arriba, Argentina evoca leyendas de regiones enormes y riquezas naturales, pampa y polo, gauchos y caballos, una Evita romántica, tango, sofisticación, refugios de millonarios, tierra de oportunidades, un intento de hacer Europa en este continente. Eso es lo primero que evoca, y no los gobiernos de gorilas, las Madres de Plaza de Mayo, la guerra de las Malvinas, los defaults de la deuda, la emigración desesperada, la pobreza de las provincias, las mafias, los piqueteros, los corralitos, la corrupción, la inflación desbocada. En contraste, la marca Chile todavía evoca historias de Pinochet, derechos humanos, dictadura, militares, sangre en las calles, muertos en los ríos. Si, también seriedad económica, fruta,salmones, vinos y naturaleza. Pero ninguna leyenda, es un freak, un país serio donde no corresponde,con una historia poco presentable. No es una Nueva Zelandia, es un bicho raro que no ha logrado definir un espacio en la iconografía del ciudadano de los países desarrollados. Patéticamente lo más cerca que se llegó a estar de ganar un lugar así fue en la época de la Unidad Popular, en que se posicionó a Chile como él de la revolución socialista democrática que sería un ejemplo para el mundo, independientemente de lo estuviera pasando en realidad. Siempre he pensado que si lográramos conjugar la capacidad de marketing país de Argentina con la capacidad de manejar las finanzas de Chile y uniéramos los países en una confederación del sur tendríamos una mayor probabilidad de tener algún impacto positivo en el mundo. El sueño del pibe, porque por ambos lados hay quienes piensan que eso es una herejía porque se sienten superiores al vecino. Craso error.
Este post fue escrito el martes en un avión entre Buenos Aires y Santiago y recién lo subo hoy miércoles. ¶ 8:19 PM

Monday, August 07, 2006

 

Una preguntita...

Sunday, December 05, 2004
Un verano hace algunos años, debe haber sido febrero, recibí un llamado de mi hijo mayor que estaba de vacaciones en el sur con unos amigos. Me dijo que tenía que volver urgente a Santiago, y que necesitaba hablar conmigo. Quería estar seguro de que yo iba a estar. Una llamada extraña, que me hizo pasar películas de todo tipo por la cabeza, desde que había hecho una cagada importante, ya no como cuando me vino a contar que se había emborrachado por primera vez con pisco con su primo, sino que algo serio. ¿Qué podía ser? Me dijo que no me preocupara, pero que era importante. Se me pasó fugazmente por la mente que podía tener alguna idea de que su papá no era tan straight como pensaba. Pero no, no sonaba como eso. Interrumpió sus vacaciones para venir a hablar conmigo, y llegó en bus una mañana a Santiago, apareció por mi oficina a mediodía. Era todavía un escolar que iba a entrar a cuarto medio pero parecía todo un hombre. Estaba loco por una niña que había conocido en un campamento de trabajo y que hasta el día de hoy es su polola. Me contaba todo lo que pasaba por su cabeza, o al menos eso creía yo. Pero ese día me di cuenta que había algunas cosas que no me había contado. Se sentó en mi oficina con una cara un poco compungida, muy nervioso. Nunca lo había visto tan nervioso. "¿Que te pasa?" Le pregunté. "Tengo que preguntarte algo pero la verdad no se como", me dijo."Pregúntame y ya", le dije."No se, lo tengo escrito en un papel, porque me cuesta mucho decir las palabras." Y me paso un papelito blanco bastante arrugado que tenía en su mano. Tres palabras“Are you gay?”decía claramente, con esa caligrafía tan típica que adquirió con tantos años de colegio norteamericano. A esas alturas me la esperaba, pero igual fue un zamarrón fuerte. No me caí de la silla, me paré, lo quedé mirando y para ganar un poco de tiempo y prepararme para lo que venía, le dije. “¿Por qué me preguntas eso?”.Me dijo que había visto muchas señales que lo hacían pensar que podría ser así, como por ejemplo que siempre defendía los derechos gays cuando salía el tema, y que aunque me encontraba toda la razón, no era la opinión predominante entre la gente a mi alrededor, y que yo parecía tener las cosas demasiado claras. También algún volante con un viejo pascuero con un torso musculoso al aire que recogí en el gimnasio, era una invitación a una fiesta a la que nunca hubiera ido, que quedó tirado por ahí. Un par de libros sobre el tema que hay en la casa, entre miles de libros, no creo que haya título de libro que no haya escudriñado, con su afición a leer. Seguro los leyó y todo. En fin, me recitó una serie de otras observaciones, incluyendo una foto de un desnudo masculino que encontró en el computador. Foto que no había visto nunca y que obviamente alguien más bajó y no borró. ¿Quién? Da igual, pensó que había sido yo.Pasaron unos minutos mientras me daba esas explicaciones. Y le dije que si, soy gay.“Ah, que bueno que me dices la verdad”, me dijo. “Ya lo sabía y no me hubiera gustado que me mintieras.” Le dije que no le mentiría, ni a él ni a nadie que me lo preguntara, porque eso es lo que soy, que no lo escogí y que me sentiría muy mal negándolo. Que no lo ando publicando, pero si alguien lo quiere saber y es capaz de manejarlo, que lo sepa. Me dijo que me quería igual y que quería darme un abrazo. Me lo dio, y fue uno de los momentos más emotivos de mi vida.Y ahí vino un torrente de preguntas. La primera y mas importante, “¿Sabe la mamá?” Le conté la historia completa. Hijo mayor, muy cercano a su madre, cariñoso y dependiente de ella. Ella también lo regalonea, es su primogénito, el que la hizo pasar los peores meses de embarazo, al que dio a luz en forma natural, sin anestesia. El que los doctores gringos le recomendaron abortar por los medicamentos que tomó, y que por convicción y con mi apoyo retuvo con enorme esfuerzo y dolor. El que sacó todos esos premios en todos los colegios donde estuvo. El que le enseñó a su hermano menor, que es un “natural jock”, a adorar la lectura desde fantasía y ciencia ficción hasta los clásicos griegos, en dos idiomas. Estaba preocupado que le hubiera estado mintiendo a su mamá. Fue el segundo alivio saber que no, que ella lo sabía. Que nos queríamos, que vivir juntos no era sólo por ellos, ni tampoco una tortura para los dos, que somos mejores amigos, que compartimos mucho, que lo pasamos bien juntos, que no se me hace pesado. Pero que los dos sabemos que soy gay y que eso no va a cambiar. Que nos costó llegar a entenderlo y aceptarlo, pero que lo hicimos juntos. Que como él bien sabía, alguna vez nos habíamos separado y yo pude ver que eso le dolió mucho en su momento a pesar de que me dijo con rabia esa vez que le importaba un rábano. Que no estaba seguro de cómo lo iba a tomar ella que él supiera todo esto, porque me tenía prohibido contárselo a los niños. Acordamos que sería algo entre nosotros. Tal vez me equivoqué. Hace un tiempo mi hijo pasó por una depresión y preferí contarle a ella lo que alguna vez había pasado, pensando que la depresión tenía algo que ver con eso. Pero no, la depresión parece que partió cuando supo que existía la posibilidad de que yo me fuera solo a trabajar a Estados Unidos por un tiempo, “que tú te ibas a ir”. También me enteré de que su polola sabe, y hace años, que su potencial suegro es maricón. Ah, duro, me costó tragármela.Alguien me preguntó si todo esto ha valido la pena. Si, valió la pena, y no fue pena, fue la vida. “Play the cards you are dealt”. Me tocó crecer donde crecí, me tocó la educación que tuve, la mujer con la que me encontré cuando se esperaba que me casara. Si hubiera sido otra a los tres años hubiera terminado todo, mis dos hijos maravillosos hijos menores no hubieran nacido. Si, valió la pena. Fue muchos años después que me quise separar siguiendo el ejemplo de mi amigo David. Pero las cartas que tenía en la mano no eran las mismas que tenía a los veinte años, ya había botado algunas y me habían entregado otras. El juego ya había cambiado y las cartas originales ya no se podían jugar. Podía tratar de llevar el juego hacia allá, pero las cartas eran las que eran ahora, no las de antes. Jugué esas cartas lo mejor que pude, olvidándome que tuve un juego distinto en la primera mano. Pero las cartas siguen cambiando. Sigo jugándolas. ¶ 7:34 PM


-->

 

Casitas de La Dehesa

Friday, December 03, 2004


A los cuarenta años tomarte unas copas de vino de más en compañía de un hombre más joven, atractivo, deportista, macho. Anestesiar por un rato las inhibiciones y darle rienda suelta por primera vez en la vida a tus ansias reprimidas de tener un cuerpo masculino entre tus brazos. Darte cuenta de que eso es una sensación potente, real, que es lo que eres en lo más básico de tu ser. Tomar conciencia que en el minuto en que tienes a ese otro hombre entre tus brazos serías capaz de mandar al diablo todo lo que construiste en años de trabajo y dedicación, sólo por no perderte ese momento. Pasar por la pequeña muerte que es un orgasmo con un hombre desconocido en una cama en la casa de la playa donde has estado muchas veces con tu mujer. Iniciar la caída a un profundo abismo de culpa y recriminación por haberte dejado llevar por un deseo tan abominable, por el lado oscuro de tu ser. Pensar en tus hijos que vas a dejar al colegio y que se despiden de ti con un beso en la mejilla, y se bajan del auto felices de tener el mejor papá del mundo, que los quiere, que es lindo y cariñoso. Niños que tienen un mundo familiar estable en el que eres el pilar fundamental. La misa dominical en familia donde lo que pasó en la casa de la playa es un recuerdo horroroso que te impide comulgar porque no te atreves a hablarlo con nadie, menos con el confesor. Nunca se te había ocurrido que el cura del confesionario probablemente entiende mejor tu rollo de lo que te puedas imaginar. Y que no se va a sorprender si le cuentas.Olvidarse por un minuto de las culpas, y rememorar los instantes de pasión con ese cuerpo en tus brazos, verlo en sueños y pesadillas, volver a la playa, buscarlo. De nuevo la pasión, esta vez sin copas de vino, de nuevo esa intensidad que nunca antes habías imaginado posible en la cama. Otra vez morir un poco y caer. Ya estás de nuevo pensando volver a la playa, y en eso alguien en el ciberespacio te habla del Huracán, que parece que ha pasado por lo mismo, que se deberían conocer.Así conocí ayer a Juan Pablo. No es mi caso, por las circunstancias que tuve, mi primera vez fue a los tres años de haberme casado, y mi mente de boy scout me forzó a contarle a mi mujer, porque no estaba dispuesto a mantener una mentira de ese tamaño como base de una relación en que compartimos la vida. No le podía mentir así a la persona más cercana que tenía, a mi mejor amiga, a la madre de mis hijos. Mi caso no es el de Juan Pablo, pero lo siento como si fuera mío. Entiendo su profundo conflicto y lo que está sufriendo en la medida que se desgarra internamente cuando su lado afectivo lo lleva a su familia y su ser íntimo y real lo lleva a querer estar con otro hombre. También entiendo que está aterrorizado por lo que descubrió y por las decisiones que eso lo puede hacer tomar. Y que quiere a su familia y que está dispuesto a sacrificar mucho por no causarles un dolor profundo. Porque para sus hijos que su papá se separe de su mamá porque es maricón no es un problema fácil de manejar. Porque si se fuera, su mujer va a caer en una espiral de pánico, rabia, odio y vergüenza, aunque tal vez algún día lo perdone. Que sociedad extraña esta en que crecimos que está organizada para forzarte a ser lo que no eres, que hace que los maricones seamos padres de familia. Irónicamente, con la naturaleza de caretakers que tenemos, generalmente somos buenos padres, de los mejores. Aunque no seamos buenos para la pelota. Y cuando ya no puedes más, te destruye, destruye a los tuyos, los vuelve parias o los fuerza a que se conviertan en tus peores enemigos. La vida de un gay metido en el mundo hetero de los padres de familia es curiosa. Nadie te va a preguntar si eres marica, nadie te va a decir que lo eres, sería de muy mal gusto, es muy poco probable que ocurra. Además no te lo preguntan ni te lo dicen porque ¿Qué hace un hombre heterosexual si tu respondes que si, que eres gay? Un sabio amigo me aconsejó hace muchos años que si alguien me preguntaba por mi orientación sexual, contestara, How badly do you want to know? Hasta ahora no he tenido la oportunidad de contestarle eso a alguien, porque la única persona que en mi vida me ha preguntado directamente es alguien a quién tenía que responderle la verdad, y para que decir que cuando me preguntó fue uno de los instantes más complicados de mi vida. Esa es una historia para otro día. ¶ 2:36 PM

-->

 

Hurricanes and cute pendejos

Monday, November 29, 2004
Por fin me hago el ánimo de escribir. Después de ver que hay unas maravillas escritas por todo el mundo blog, se me hace difícil escribir como un patético amateur y postearlo para el escarnio público en mi blog.Está semana ha sido una de pocos eventos importantes, al menos nada ha pasado del tipo de cosa que hasta hora he contado de los vagabundeos de este Huracán por el mundo.Antes de ayer a la hora de almuerzo me fui al Starbucks de Isidora, llevé mi laptop y mi celular y monté mi oficina remota en el segundo piso. Primero pasé a comprar un latte grande. Ya no le ponen la fundita de cartón para no quemarse los dedos a menos que uno lo pida. Me quemé un poco, pero como los que atendían eran todos caras nuevas, ni siquiera me molesté en pedirla. Como que la pido para conversar un poco con el “barista”. Me doy cuenta que hablo mucho por teléfono todo el día, mando y recibo e-mails cada minuto, pero eso de hablarle a la gente así, cara a cara, sucede cada día menos. En la antigüedad tecnológica, uno no tenía todos estos medios, el teléfono se usaba pero poco, había mucha interacción personal. Al tipo que está en una oficina a 6 metros de la mía no lo he visto hace más de un mes, pero he recibido innumerables emails de él. Incluso hemos tenido un conflicto serio, que se ha resuelto involucrando a mucha otra gente, a ninguno de los cuales he visto. Ya se resolvió, y no hubo necesidad de vernos las caras, ni siquiera sé si el tipo está en Santiago. Veo a su secretaria cuando paso por frente a su oficina, pero algo pasó desde que llegó este tipo, porque ella ya no tiene un pote lleno de calugas para los que pasan por ahí. Aunque ya hace tiempo que no le sacaba calugas porque quiero recuperar las mías.Es cierto que puedo comunicarme mucho más efectivamente que antes con toda esta tecnología. Recién terminé un proceso que involucró a personas en 5 países y 10 ciudades diferentes, en que se discutieron temas técnicos complicadísimos, se compatibilizaron posiciones muy distantes y finalmente se llegó a un acuerdo que involucra asignar una cantidad importante de recursos a una particular proposición que alguien hizo. Sólo hubo cinco reuniones cara a cara entre los participantes en el curso de ocho meses, y esas no involucraron ni al 10 % de los participantes en esta enorme telaraña de discusión. La única manera de hacer esto es con internet, celulares, blackberry y todos estos gadgets tecnológicos que ahora son comunes en todo el mundo. De otra manera ¿se hubiera demorado más? No lo creo, pero si habría habido mucha menos información dispoible para tomar decisiones y llegar al fin del proceso. Igual nos hubiéramos tomado el tiempo que había disponible, y con más tecnología las cosas se hacen más profundas, se le mete más análisis al proceso. Supongo que a la larga eso es un aumento de productividad porque se cometerán menos errores. La dramático sería que se estuvieran cometiendo los mismos errores que antes pero que todo suceda rápido. Eso sería complicado.Con la tecnología que tenemos hoy uno esperaría que se pudiera afectar el estilo de vida de las personas para reducir el impacto que la civilización tiene sobre el planeta. No es que me haya puesto verde de un día para otro, no, pero por ahí me tocó investigar bastante sobre el tema para poder entender las objeciones de alguna gente a algo que yo quería hacer. Eso me recordó esos viejos tiempos en que era medio conservacionista, con una tremenda preocupación por la preservación del medio ambiente natural, claro que tenía doce años… ¿Será una etapa que pasan todos los niños? ¿ O será porque en esos tiempos no teníamos televisión, nintendo ni computador? La entretención estaba en la naturaleza, en el cerro, en el bosque, en los ríos. Era el habitat de un niño de esos tiempos. Bueno, al menos el de los niños de provincia como yo. Me hice la prueba para determinar mi footprint en el planeta, es decir, cuantas hectáreas de tierra ocupo producto de lo que se necesita para sostener mi estilo de vida. Me di cuenta de que mi preocupación por el medio ambiente se fue al tacho hace rato… Aquí está el link para los que se quieran testear.Footprint¿Qué mas puedo contar? Hoy tomé café con Andrés, un tipo que conocí por aquí en el ciberespacio. En realidad es harto más joven que yo, y es la segunda vez que nos juntamos a tomar café. La primera vez fue simpática, y me quedé con ganas de más. Claro, esa primera vez le conté todo mi rollo familiar y quedó medio descolocado, tanto como para que ni siquiera me dijera si le resulto atractivo o no. El a mí me produce una sobredosis de hormonas y peor ahora que conversamos mucho y lo encuentro mas atractivo que nunca. Me pasaron un parte por estacionar mal ahí cerca del Starbucks de Isidora, pero bueno, valió la pena. Me dio gusto estar ese rato con él, con la frescura de sus 26 años, con la sonrisa que reparte y que me hace olvidarme de problemas y obligaciones por un rato. Me preguntó por mi familia, probablemente después de que le dije que se veía muy bien. Me preguntó directamente por mi mujer, y le dije que todo bien. Retrucó con que era una situación demasiado extraña, que le costaba entenderla. Le dije que lo que yo hiciera está sujeto a no herir a nadie. ¿Por qué carajo estaba yo apándelo explicaciones a un pendejo, por lindo que sea? Por otra parte, por algo preguntó. Y por ahí en su perfil dice que le gustan los hombres mayores de 30. ¿no será mejor que reconozca que, por muy pendejo que sea este muchacho, me tiene una situación de difícil manejo?, esto es ¿medio enamorado…? No se que va a pasar aquí, no se si seguirlo viendo. What a loser I am! ¶ 1:47 AM

-->

 

Paul, APEC y otras yerbas

Saturday, November 20, 2004
Santiago y la APEC. Llegué a un aeropuerto lleno de aviones extraños estacionados a la orilla de la pista. Dos jumbos con el sol naciente de Japón en la cola, por alguna razón me recordó la novela de Clancy “Debt of Honor”pero ahí era la garza de Japan Airlines no el sol naciente. Tres aviones rusos, parece que Putin no venía solo. No vi el Air Force One, ni los otros de Bush, parece que estaban por otro lado. Se notaba lo chico de nuestro aeropuerto, parecía de esas fiestas donde llegan los invitados y los autos quedan estacionados en las veredas a lo largo de toda la cuadra, la fiesta de Ricardito a la que vinieron todos sus amiguitos.Todo Chile girando en torno a la Apec pero en el resto del mundo apenas se han enterado. El gringo que venía a mi lado en el avión sabía que Bush andaba por acá. De la Apec no tenía idea. Total , él no tenía planes de entrar a Santiago. Venía de Boston, muy Yankee el tipo, rubio flaco con pantalones caqui, camisa Oxford pinpoint a rayas azules y blancas, mocasines, anteojos chiquitos. Piel blanquita poco adecuada a vacaciones tropicales, una señora rubia flaca y huesuda con cara de sufrida. Sufrida por haber vivido preocupada de que sus hijos coman dietas balanceadas, nunca se acerquen a pintura con plomo, sufrida porque tiene que cumplir con los estándares de ese particular grupo que son esa peculiar gente conservadora de pensamiento liberal que puebla Nueva Inglaterra. Aunque no eran descendientes de los Pilgrims, sino que de inmigrantes irlandeses mas recientes. Cuatro hijos, habían dejado a la más chica en casa, lo que los identifica como católicos o bien como parte de esa generación a la que le dio por volver a las familias grandes, por ahí por el período de las soccer moms de los primeros años de Clinton. Los tres niños rubiecitos y sumamente bien educados, ninguna pataleta, ningún alboroto. Mucho quality time con sus padres. La versión siglo XXI de la familia Yankee ideal. ¿Votarían por Kerry o por Bush? Creo que Kerry, Massachussets al fin y al cabo. ¿pesaría más en esta gente el asunto del aborto y los matrimonios gay o su evidente sofisticación en materias internacionales? ¿Su conservadurismo económico pro mercado o su disciplina Yankee anti déficit? No quise meterme en esas honduras a riesgo de enevenenar el agua. Tenía que pasarme ocho horas mas en el avión con el tipo al lado.Iban a “Patagonia”, al Explora de Torres del Paine, porque habían oído cosas maravillosas acerca del lugar. Se lo había contado algún amigo brasileño y también un chileno millonario que tiene una isla en Maine, cerca de donde ellos pasan sus vacaciones. Alguna vez los había invitado a su casa a un lobster bake… lo que podría traducirse como un asado, pero donde se comen las famosas langostas de Maine. Parece que estos lobster bakes del señor Edwards son famosos en esa parte de Maine, ya que invita a toda el vecindario, la gente llega en veleros y los llevan a la isla en unos botecitos tradicionales para pescar langostas. La verdad es que este señor parece ser el único chileno rico que de verdad vive como rico. Como los ricos de antes, de esos que quería ser el Gran Gatsby. Les deseé buen viaje y por mas intentos que hice no hubo caso en interesarlo en Santiago, los ocho días que van a pasar en Chile verán guanacos, montañas, glaciares y praderas. Pocos chilenos. Que contraste con el viaje a Italia del año anterior que hizo esa familia. No fueron a nmirar los alpes o el mar adriático. Fueron a ver a los italianos, como eran, como vivían , como se divierten, a compartir sus comidas y disfrutar su arte. Me sentí mal de lo poco interesantes que le resultamos al resto del mundo como pueblo. Se saltan la gente, directo a ver los guanacos…El jueves por fin conseguí contactarme con Paul, un amigo que hice hace un par de meses en Manhattan. Lindo. Con pareja de cuatro años. Bad Boy… Cuando nos conocimos hubo una química instantánea. Violenta, como cuando se echa un compuesto en un matraz y salta todo… Los primeros besos fueron increíbles, pero pensé que al minuto se iba a dar cuenta que era yo a quién tenía al frente… que iba a inventar una excusa para irse. No fue asi. Esa vez tuvimos sexo espectacular, ese que te deja sintiéndote liviano, flotando, limpio, con una sensación de plenitud… Conversamos un poco acerca de su situación y la mía y me dijo que debería tener un boyfriend, un pololo, que demás me lo merecía. Es un niño malo, tiene treinta y tantos, como un Mel Gibson en versión de mi tamaño, barba tupida bien afeitada, cara cuadrada de irlandés, buen físico de esos como cuadraditos musculosos con el pelo corporal justo en los lugares justos, espalda suave, pinta de macho por donde lo mirara. Huele rico… Voz alegre, entusiasta, lleno de vida.El niños malo llegó el jueves a la hora de almuerzo a mi hotel con unos pantalones caquis oscuros button fly, camiseta blanca a lo James Dean, una camisa celeste conservadora y una chaqueta de mezclilla Levi’s. Toda su ropa lo justamente gastada como para exagerar su imagen de niño malo, pero impecablemente recién salida de la lavandería. Llegó ansioso, con una sonrisa enorme y apurado porque era su hora de almuerzo en la empresa editorial donde trabaja. Y donde trabaja su pareja también. La química de la vez anterior seguía igual, mas afiatada, ya nos acordábamos de lo que a cada uno le gustaba… Fue un lunch break espectacular. Como para repetirlo le dije… y me dice, “call me, I think I can get back here around 7 PM”. Que me han dicho. A las 5 me llamó él para decirme que iba a ir a un concierto de una banda, The Magnetic Fields, en Carnegie Hall, a las 8 30 PM, y que podíamos juntarnos a las 7. A esa hora apareció todo vestido de caballero, había ido a la casa a cambiarse, llegó con una chaqueta de tweed que parecía hecha para su cara, camisa mas formalita y un look medio intelectual exagerado por un libro gordo que andaba trayendo como lectura para el metro. Me dijo lo que estaba leyendo pero no lo recuerdo porque en ese momento mi mente andaba fantaseando con otras cosas. Pedimos algo de comer a room-service,para después, porque en el apuro no había alcanzado a comer, y teníamos que aprovechar el tiempo. Lo aprovechamos al máximo, fue increíble. Entre la hora de almuerzo y las 7 había fantaseado con Paul en cada segundo libre que me dejaron las graves reuniones en que estuve metido, pensando que debería tener un pololo como él, en la sana envidia que me da su pareja, aunque le ponga los cuernos. Imaginándome que alguien así en el momento correcto de mi vida me hubiera hecho cortar amarras… Pero imaginación y la soledad dan para todo. Comimos, conversamos, me mató verlo vestirse, después de esa ducha en que volvió a quedar impecable, tal como llegó. Me contó que se iba a juntar con amigos, también amigos de su pareja, pero que él no iba ya que había partidfo a la ópera. Que a él no le gustaba la ópera, y que en eso, así como en otras cosas se dejaban espacio. Que estaba feliz con el, pero que él era un “bad boy” que su pareja mas o menos se hacía el leso. Que tenía un par de fuck-buddies además de mí. Que para Thanksgiving iba a cocinar para 14 personas, amigos y la familia de su pareja. Que porque no tenía pololo yo, le dije que los como él no abundaban y si me encontraba uno así…Finalmente a las 8:10 se fue, y me dormí hasta como las diez de la noche. Desperté y me sentí muy solo. Todo olía a Paul… ¶ 4:56 PM

-->

This page is powered by Blogger. Isn't yours?