Friday, August 25, 2006

 

El comienzo

Thursday, December 09, 2004


Aquí está la historia de cómo fue que el Huracán se inició en el sexo de este otro lado. Diremos que esta fue la iniciación oficial, un Huracán ya mayorcito, llevaba tres años casado y además era padre de una niñita y un niñito, muy lindos. Estaba con una inquietud enorme en el alma revuelta, con la sensación de que su espíritu llevaba una mochila con una carga pesada que no se atrevía a mirar. Carga que cada día se hacía más insoportable y obligaba a ese espíritu a enfrentarla y mirarla de frente. Le gustaban los hombres, ya era claro, solo faltaba actuar sobre ello y no sabía cómo, pero era necesario. Con la idea de que todo el mundo lo estaba vigilando y le leían el pensamiento no se atrevía ni a mirar una revista en los kioskos en que apareciera un hombre atractivo en la cubierta. La solución apareció en un viaje fuera de Chile, unos días por trabajo en Caracas. Un par de días libres después de los días de trabajo. A conocer Caracas… a buscar lo que necesitaba. ¿Pero cómo? Explorar boliches gays… puede ser, pero no aparecía nada manejable. Se le ocurrió comprar el diario y buscar los avisos. Por ahí había uno de guías de turismo que tenía un lenguaje ambiguo, en inglés, dirigido a norteamericanos ofreciendo acompañar por la ciudad a turistas. Algo hizo click en la mente del Huracán y decidió llamar haciéndose pasar por gringo. Y preguntar directamente si le podían recomendar algún boliche gay. La respuesta fue una invitación a ir al departamento del guía en un edificio enorme en Parque Central. Cerquita del Hilton. Allí le podrían explicar donde ir. A estas altura el Huracán estaba lanzado en el proyecto de explorar este asunto, por lo que partió sin pensarlo mucho y al rato estaba tocando la puerta en uno de los miles de departamentos de Parque Central. Un complejo aquitectónico futurístico para los tiempos, de los hechos con la plata del petróleo de los 80. Modernísimo, con dos rascacielos centrales que pretendían ser los edificios más altos de sudamérica.Abrió la puerta un muchacho atractivo, piel tostada oscura, nariz aquilina, rasgos fuertes. En un inglés razonable le explicó al Huracán que tendrían que pasar a su dormitorio porque en la sala estaban estudiando sus compañeros de departamento. Que ahí podrían conversar tranquilos. El Huracán a estas alturas se imaginaba que podría pasar cualquier cosa, y eso mismo fue lo que pasó. Después del primer vaso de coca-cola quedó claro que no era necesario recibir ninguna explicación acerca de donde estaban los boliches gay de Caracas. Que ya había llegado nada menos que al dormitorio de un joven gay y además atractivo, moreno, peludo, fibroso…¿Para que buscar más? Según las etiquetas que aprendió el Huracán con los años, el tipo este era un total bottom, y uno bueno. Sabía lo que quería y se encontró con la sorpresa de que éste era un Huracán muy bien equipado donde interesaba. Pero el Huracán no estaba consciente de eso porque jamás se había comparado, excepto con sus hermanos que tienen la misma genética y equipamiento. Allí fue cuando oyó por primera vez comentarios halagadores acerca de su dotación. Tampoco sabía que doggy-style era solo una de muchas formas, pero resultó bien. Después de descubrir la emoción de acariciar unos pectorales duros, marcados, velludos, de tocar un cuerpo masculino que se le ofrecía entero, la acción se puso seria bajo la guía de un evidente experto. Sudor, pasión acelerada, una explosión y la pequeña muerte orgásmica. Y el mudo se cayó a pedazos alrededor del Huracán. Se acababa de convertir en maricón, estaba en compañía de un desconocido en un departamento perdido en medio de miles en una ciudad desconocida y agresiva, desnudo, a punto de ponerse a llorar. Se metió a la ducha donde se quedó un buen rato lavándose a ver si podía sacarse de encima lo que había hecho, pensando en su familia allá lejos. Salió apurado de la ducha a vestirse, y esperó que apareciera su anfitrión, quién llegó con una sonrisa de oreja a oreja a decirle que quería presentarle a sus compañeros de departamento entre los cuales había un compatriota suyo, americano. Abrió la puerta y lo condujo a la sala donde había varios jóvenes, un par bastante atractivos, incluyendo un gringuito muy lindo. Y en eso le dice al Huracán, “les conté como eras y ellos también quieren…”. El Huracán entró en total pánico en el medio de su depresión post coital y la profunda culpa católica. Corrió hacia la puerta y salió despavorido hacia los ascensores que demoraron un siglo en llegar. Nadie salió al pasillo a perseguirlo… pero tampoco se cerró la puerta del departamento. Después vinieron días de culpa, algo moderada por el recuerdo vivo de unos instantes de erotismo que le volaron los tapones a su represión. Promesas de no volver a hacerlo, ruegos para que esto desapareciera, intentos de convencerse de que no era lo que quería. Que la exploración se había hecho y no había sido exitosa. Pero la verdad si lo había sido y secretamente quería más y más y más. Ahora veía a alguien atractivo de su mismo sexo y su mente tenía la capacidad de transformar lo que antes era una atracción casi romántica en acciones definidas y concretas. El mundo se seguía derrumbando alrededor del Huracán y no pudo evitar andar con una cara larga insoportable. Pasaron muchos meses antes que volviera a enfrentar el asunto con la seriedad de reconocer que no había sido un experimento fallido sino que el mundo había cambiado para el Huracán. Eventualmente tuvo que hacer un viaje a Nueva York. Tenía un nuevo trabajo. Aprendizaje, entrenamiento. Una escapada a un bar gay que salía en una guía. El más cercano al hotel. Rounds… por ahí por la cincuenta y tantos. Entró asustado a este inimaginable antro, sintiendo que la mitad de la población de Nueva York lo observaba cuando abría la puerta de ese bar. Había pasado media docena de veces frente ala puerta sin atreverse a abrirla porque alguien lo podía ver. Antes de tocar la puerta el corazón se le aceleró al borde de la taquicardia y el color de sus mejillas pasó por varios tonos de rojo. Hasta que estaba adentro del bar. Llenísimo, y eso que era temprano. Señores muy distinguidos y muchachos hermosísimos, algunos masculinos, otros afeminados, los había de todo tipo. Compró una cerveza y empezó a caminar por el lugar, tomando una panórámica y rápidamente notó algunas actitudes extrañas. Finalmente vió a un muchacho como de su altura, de unos veintitantos, un rubio muy masculino, peludo, cuerpo bien marcado hasta donde se podía ver. Jeans, una chaqueta de cuero, blanca, clásico trofeo deportivo con letra, jock uniform, que lo identificaba como alguien que había sido deportista destacado en algún colegio. Sacando fortaleza de una creciente calentura por este espécimen, el Huracán le metió conversa a este muchachín. El rubio le contestó muy amablemente y conversaron algunos temas básicos, de donde eres y qué se yo. Pero al rato el tipo le preguntó al Huracán si había ido antes a ese bar, no, le dijo el Huracán. Y ahí vino la noticia del día… "es que este es un bar de hustlers", ¡putos, en otras palabras! Ingenuamente el Huracán le preguntó al rubio como distingue a los que son hustlers de los que no lo son, y recibió como respuesta lo obvio, “Si es atractivo y joven, es hustler, los demás, son potenciales clientes…” Ahí le cayó la teja al Huracán que su nuevo amigo y potencial presa estaba trabajando ese bar. Con esa ropa y pinta era la fantasía erótica de cualquiera…Cuál sería la cara de impresión y espanto del Huracán que el joven hustler le pasó una tarjeta con su nombre y lo invitó a encontrarse con él y con unos amigos en la disco Private Eye al día siguiente, y le dijo que a las discos él iba por diversión y no a trabajar… (continuará) ¶ 6:26 AM

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