Saturday, August 26, 2006

 

Brits

Sunday, December 19, 2004

Nueva York otra vez. Mi ciudad. Estos días está de vuelta en sus mejores tiempos, época de navidad, con su ambiente tan… neoyorquino, copiada pero jamás igualada. Navidad en Nueva York, con menos miedos ya que desde que Bush ganó las elecciones no ha habido más alertas terroríficas. Y el señor don Euro, a 1,32 dólares, convierte a Nueva York en el Buenos Aires de los europeos, esa ciudad entretenida en un país con mal gobierno, pero que está TAN barata… Manhattan está lleno de europeos que andan de compras, en los teatros, turistas por primera vez, you name it! Los hoteles con sus precios altos, cuesta encontrar uno de buena categoría por menos de 300 dólares, con tarifas de empresa y rebajas. Lo mismo que está empezando a pasar en Buenos Aires, guardando las proporciones.El martes me quedé solo, fracasó el plan de ver a Paul, y cuando era casi medianoche partí al Sir Harry’s, bar del Waldorf que está abierto hasta las 2:30 AM. Hacía un frío para matar yeguas en la calle, por lo que no quería aventurarme a los lugares más entretenidos de la ciudad y opté por este bar para tomar una copa de vino antes de acostarme.El Waldorf Astoria es uno de esos Grand Old Hotels, clásico, aunque está algo venido a menos en relación a los hoteles más nuevos o más lujosos pero más chicos de Nueva York. Sigue siendo un clásico, elegante de otra época, pero a la vez Manhattan ciento por ciento. Cuando uno entra por Park Avenue las puertas son metáñicas, viejas, sin mayor prestancia, a pesar de tener una marquesina clásica, casi histórica. Todo art deco, como el Carrera. Sorprendentemente al entrar uno no se encuentra con un enorme lobby, sino que con unas escaleras que conducen hacia el primer salon, y unos pasillos de baldosa que van hacia el garage. Extraña disposición para un hotel tan grandioso. Pero uno sube esas escaleras de medio piso y se encuentra con un salón grandioso, alrededor del cual hay salones de reuniones donde no es raro que se sienten jefes de estado a tomar café con sus invitados o a vender la pomada del día a los analistas de Wall Street.Desde ese salón sale un pasillo que conduce al verdadero lobby, al que llaman Center Lobby Hall, una sala enorme, mas elegante que la primera, mas mullida, con rincones y sofas, luces indirectas, alfombras persas y mucho art deco manhattaniano. Ahí se registra la gente y han tenido el pésimo gusto de poner unas maquinas para registro automático, como las check in computarizados del aeropuerto, con el logo de Hilton. Eso debe ser porque las habitaciones no son nada especial, para nada ala altura de los salones de los pisos bajas. Y las maquinitas esas te lo recuerdan, es un hotel más para corporate America y turistas, masivo de verdad.Antes de llegar a los ascensores entre el lobby de Park Avenue y el Center Lobby, a la derecha, está el Sir Harry’s, un pequeño bar en el que vagamente recuerdo que alguna vez antes estuve, seguramente de smoking, en alguna de las vueltas tomando tragos y mirando gente después de alguna de las fiestas de “Black Tie” con las que Manhattan celebra el fin de cada año. Pero esta vez llegué sobrio y nervioso, y después del paseo de rigor hasta el fondo del bar, mirando todas las caras y el reloj, como si estuviera buscando a alguien con quién me iba a encontrar, finalmenteme me senté donde está la curva de la barra hacia el muro, en un taburete al lado de un rubio de unos treinta años, pelo cortado tipo flat top militar, pero con un arito en una oreja. Bien vestido, buen mozón. AL otro lado alguien que no me llamó la atención. Pedí una copa de vino tinto. Nervios, solo en este taburete con el rubio medio mirándome y sin tener que hacer con las manos excepto tomar… se me iba a ir muy rápido la copa de vino. Pasaron minutos incómodos, en los que pensé que mejor me la tomaba rápido y hacía una salida honrosa, como quién se vino a tomar un night cap y hasta luego. En eso aparece un personaje algo borracho, pidiendo lo imposible, algo que provocó las carcajadas de la concurrencia, y me permitió hacer un comentario en broma al tipo del lado en cuanto a que “This is a crazy town, isn’t it?”. Me contestó algo en un inglés imposible, cerrado, casi escocés. Uff, la siguiente pregunta obvia, “Where are you from?”, “England, and you?”. Bueno, resultó ser de Newcastle, y que tiene un negocio para poner vidrios especiales y recubrimientos plásticos a los parabrisas de los autos, esos que lo hacen parecer polarizado, o algo así, porque con ese acento endemoniado y el ruido del bar, se me perdieron los detalles de la tecnología que usaba. Pero es un negocio en el que le va muy bien. Y se llama Darren…Terminé mi copa de vino y Darren me compró otra, y seguimos conversando, y conversando con otra gente en el bar Me contó que estaba con su mujer y que ella se lo había comprado todo antes de irse a dormir agotado, lo que lo había dejado libre para bajar al bar. El siguiente round fue por mi cuenta. Y seguimos conversando entre nosotros y con otra gente, acercando nuestros taburetes hasta el punto en que nuestros muslos se empezaron a rozar. Suavemente al comienzo, pero para cuadno Darren compró el siguiente round, ya se tocaban con fuerza. Y había tonos eróticos crecientes en la conversación. La puta… esto se veía interesante. Darren es un rubio muy inglés, demasiado blanco y tal vez algo blando, pero tenía algo extraordinariamente sensual. En eso apareció un hombre jóven extraordinariamente atractivo, de pelo corto rubio y facciones elegantes. Muy bien vestido, de traje oscuro y corbata, acompañado por una rubia algo mayor que él. Se veía mortificado el tipo, y algo se oía comentar por ahí que era un príncipe de Yugoslavia. Tenía el tipo. Y la mujer podría ser una baronesa europea de algún tipo. Con Darren concluímos que el príncipe estaba con cara de mortificado por la mina que tenía, que era una rubia bitchy y mandona y seguro le hacía la vida difícil. Que probablemente el príncipe lo pasaría mejor si se venia a tomar un trago con “us boys”. Poco a poco el bar se fue quedando vacío, eso que pasa en los bares hacia la madrugada cuando ya van a cerrar. Era muy tarde. Casi sólos. Le preguntamos al príncipe de dónde era, y en eso nos avisan que es el last call, Darren insiste en un último round. La cabeza me estaba empezando a dar vueltas. Y Darren me tenía loco. EL príncipe responde que es de un pueblito del interior de Pennsylvania, cerca de Philadelphia… Y en ese momento apareció el assistant barman, Keith, un negrito bajito, mal agestado, pero con cara sabérselas todas. Parecía un barman de película de los cincuenta, y masculló que la mina no era ninguna baronesa sino que una “damned thieve who’s gonna take all your money and belongings if you take her up to your room”. Bueno, se derrumbó el castillo de naipes y se vio que no había ninguna posibilidad de que el presunto príncipe fuera “one of us boys…”, aunque en mis libros quedó como príncipe. Keith empezó a agitarse, limpiando copas y guardando cosas, pero nadie nos insinuó siquiera que nos fuéramos, que el bar estaba cerrado.Al rato entró una pareja extraña, un tipo bien vestido, elegante, deportivo, muy atractivo con unos ojos azules preciosos y una cara cuadrada preciosa, acompañado de una chiquilla de veintitantos, regordeta, casi colorida, vestida mas estilo K-Mart que Waldorf. Y apenas abrió la boca el tipo, sale el acento inglés de nuevo, pero este era londinense, y hablaba algo que yo podía entender sin problemas. Jon, se llamaba, Jonathan en realidad. Me quede embobado mirándolo, y cuando pidió un trago y le dijeron que el bar estaba cerrado, hice una latinada y conseguí que Keith le sirviera un vaso de agua… ¡vodka puro! Todo lo cál fue un grave error, porque Darren se paro y se fue. Que era muy tarde y se iba. Y se fue. Lo seguí pero desapareció demasiado rápido, el ascensor debe haber estado ahí mismo y se perdió. No creo que lo vuelva a ver. AL día siguiente hacía su check out y partía a Inglaterra con su mujer, de vuelta a la venta de vidrios de autos y a sus niñitos rubios.Volví al bar y Jon me quedó mirando y me preguntó, “is he gone?” , “yeah” le dije con cara de desilusión. “that’s a pity, you seemed to like him a lot…!”, lo quedé mirando con cara de pregunta, sin decirlo, ¿tan obvio era?, y le dije, “yeah, I did!”. Y Jon se enternece y me dice, “call me next time you are in London, I think I can introduce some people you’d really like”. Uff, dije yo, que hace con esa mina que se levantó en un pub irlandés a la vuelta de la esquina, por la 3ª avenida. Me dio su teléfono, y al rato me quedó claro que nada más pasaría esa noche… Me fui a dormir. ¶ 11:03 PM

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