Sunday, January 14, 2007

 

Día del Padre

Monday, June 20, 2005

Hoy fue el día del padre. Día importante para mí. Mi condición de padre ha sido un privilegio enorme, a la vez que una condicionante también enorme en cuanto a cómo puedo desarrollar mi vida.

Pero hoy lo quise celebrar, y olvidemos el rollo ese del condicionante, que no lo es tanto. He tomado muchas decisiones en la vida, y la decisión de ser padre es una de aquellas de las que nunca me voy a arrepentir. Al vez porque hasta ahora he tenido la suerte de ver crecer a mis hijos sin mayores problemas, y convertirse en hombres y mujeres sanos y equilibrados, lo que me hace sentir que todo el esfuerzo y las privaciones, y no me refiero a privaciones económicas, han valido la pena. Alguien me dijo que era importante estar ahí para ellos. Creo que por mucho vagabundeo en mi vida siempre he estado junto a ellos, a ratos cortos pero intensos, otras veces a ratos largos, solo estando allí. He hecho cosas con ellos, cosas simples, cosas importantes, como jugar, debatir sobre la vida y la inmortalidad del cangrejo, pensar juntos en que puede ser Dios, hacer deporte, salir de compras, cocinar, pasear el perro. A cada cuál lo suyo.

Nada saca uno con dar instrucciones de cómo deben ser las cosas si uno actúa en forma inconsecuente. Los niños tienen un sensor especial para esas cosas y saltan inmediatamente para hacerte ver que no estás haciendo lo que dices, que cómo esperas que ellos si lo hagan. Pero ni yo soy perfecto ni tampoco todas estas teorías que lo hacen creer que uno los va moldeando. Si, es cierto, uno los va moldeando, pero no está para nada claro cómo. Uno hace cosas y apunta hacia otras, se fija unos objetivos y los que resultan son otros. Uno moldea conscientemente un poco, inconscientemente la mayoría de las veces. Por eso es que como alguien decía, “hay que estar ahí”, porque estando se va moldeando, para bien o para mal, y si no lo hace uno alguien más lo hace.

Los hijos no son de uno, son de ellos mismos, son lo menos cercano a propiedad que uno tiene, aunque los haya concebido, criado, educado, alimentado y vestido por toda la vida. Uno los hace, pero no son propios, y para donde van lo determinan ellos a su mejor saber y entender, uno simplemente tiene la esperanza de que el camino que escojan sea bueno. Con la secreta aspiración de que cuando tengan que tomar decisiones importantes vengan a conversar con su padre y oírlo, y con el terror de que cuando eso suceda no saber que decirle. Porque los caminos por los que podrán optar ellos no son los mismos que se me presentaron a mí, y muchos de ellos no los conozco ni los entiendo. Pero como padre uno quisiera tener la oportunidad de opinar.

Algo parece que hicimos bien porque nuestros hijos andan bien. O al menos eso me parece, nadie es perfecto, pero no siento que se hayan ido por un camino malo, y me sorprenden cada día. Son buenos, son honestos, son nobles, tienen capacidad de dar y recibir cariño, no le tienen miedo al mundo. Han tomado opciones distintas a las mías en muchas cosas, en otras el modelo de su padre de algo les ha servido. A veces me frustra que mis malas costumbres las adquieren más rápido que las buenas. Pero al final la relación es buena, y a pesar de mis ausencias físicas, nunca se les ha pasado por la mente que yo no esté allí.

¿Qué es peor? ¿Dar el ejemplo y no mentir cuando un hijo te pregunta lo que no hubieses querido que te preguntara? ¿O hacerse el leso y contestar algo que no es cierto acerca de algo importante con la excusa de que la verdad le va a hacer daño? Papá, ¿eres gay? Mientes, o te destrozas por dentro, se te vienen mil imágenes a la cabeza, y le dices la verdad. Se te viene el mundo encima, sabes que la mentira es inaceptable, pero se te rompe el corazón de decirle a un muchacho sensible de 17 años que su papá es gay. Y después las preguntas más fuertes, sobre su madre, si acaso la quiero, si sabe quién soy. Querer saber si su concepción es producto de amor o de la pantalla de un gay en el closet. Si acaso mi amigo francés, el alto buen mozón ese quince años menor que yo con el que voy al gimnasio es mi amante. No, no lo era, me hubiese gustado que lo fuera, pero su novia no me hubiese dejado.

Me quedé con la preocupación de qué le efecto tiene una verdad como esa sobre un adolescente. Me contó años después que en ese momento le contó a su polola, que es la misma que tiene ahora. La misma que me dice sonriente “Hola tío” y se sienta a la mesa del comedor a oir las historias de esta familia. La que nunca me ha mirado de manera rara, a pesar de mi incomodidad acerca de lo que ella sabe.
Mi hijo escribe, no se cuanto, pero escribe. Algún día voy a ver algo escrito sobre esto, aunque hoy me dice que no le es para nada relevante la orientación sexual de su papá. Más le preocupa el jote que acecha a su hermanita menor.

Los padres y las hijas. Eso da para escribir un tratado. Estoy seguro de que otros padres que tienen hijas saben de qué se trata eso. Es muy difícil de poner en palabras, pero hay una relación muy especial entre un padre y una hija, que ayuda a resolver y pacificar esas explosiones adolescentes, y que hace que cuiden a su padre, como el padre cuida a las hijas. He tenido las peles más intensas y sentidas con mis hijas, tal vez porque sabemos que después se arregla, porque no podemos vivir el uno sin el otro, sabemos que es una relación muy fuerte. Y eso nos obliga a buscar terreno común en el cuál entendernos aunque ella piense que soy un padre incapaz de comprenderla y yo piense que está siendo totalmente irracional. Pero nos ponemos un gorro de cocinero y juntos hacemos unos fetuccini frescos o fabricamos unos rollos de sushi con su receta secreta. Al final no nos acordamos por que habíamos peleado. O nos parece soberanamente estúpido que hayamos discutido. Porque a veces cuando uno discute con un adolescente muchas veces no se trata del fondo lo que uno discute, sino de la discusión en si misma.

También está mi hijo del medio, el deportista, el que me acompaña en toda la movida física, de contacto, boxeo, artes marciales, saltar de la cumbre de un peñasco en esquís para deslizarse por la nieve virgen, las excursiones en bicicleta, las subidas a la montaña compitiendo con el perro para ver quién es capaz de llegar más arriba. El que me copia hasta la manera de andar. El que adora a su polola y se siente campeón de algo sin decirlo. El que es cariñoso con todos y no tiene complejos de decir cosas amables y tiernas a los demás, que dice lo que piensa, pero tampoco habla demás. El que todos creen que es mi preferido, y no lo es, pero es el que más fácil me hace el trabajo de padre porque lo que pide es que esté con él y hablemos, pero por sobre todo hagamos las cosas que a ambos nos gustan. Y no pide tanto, porque su vida esta llena de desafíos personales, de cosas que aprender y cosas que descubrir. Todavía le quedan cosas por descubrir acerca de su papá machote, el de los músculos y los deportes extremos que sus amigos admiran.
¿o será que ya lo sabe todo?
¶ 11:42 PM |

Comments:
ná, no te preocupes, el día que lo sepa se dará cuenta que hay mucho estereotipo montado en torno a la homosexualidad. Cada uno es como es, para ser gay no hace falta tener pluma o ser afeminado, solo basta con que te guste alguien de tu mismo sexo. :)
 
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